Juan Daniel Jaramillo Ortiz | El Nuevo Siglo
Domingo, 3 de Julio de 2016
La implosión europea
 
Mellanie  Sully, directora del think-tank Go-Governance, con sede en la capital austríaca, y antigua profesora de la Academia Diplomática de Viena, una de las más agudas analistas contemporáneas del proceso de unificación europeo, predijo la victoria Brexit desde enero pasado. No es relacionista púbica - es preciso hacer la aclaración en Colombia- donde se confunde la solicitud de citas exitosas con personajes prominentes y la destreza en relaciones y derecho internacional.
 
Su predicción adicional, en análisis publicado en Die Presse (“Englands Stimme wird immer lauter” Enero 21, 2016) fue que la ruptura del Reino Unido se daría en el corazón de esta entidad nacional, Inglaterra, no en Escocia, Gales o Irlanda del Norte. Los hechos le han dado razón otra vez. Ya lo sabemos: más de un 60 por ciento de escoceses son enemigos de Brexit. Tanto en Irlanda del Norte como en Gales -paradójicamente sectores geográficos que se benefician de subsidios cuantiosos de la Unión Europea- empieza a hablarse de independencia tranquila de Londres. Pese a haberse dejado convencer por la demagogia de Boris Johnson y Nigel Farage, norirlandeses y galeses han despertado de su insania efímera y parecen visualizar hoy una autonomía ligada a Bruselas, no a Londres.
 
Eric Hobsbawm expandió la idea de nacionalismo como ingeniería socio-política que inventaba entidades políticas, comunidades estatales imaginadas y limitadas que se amparaban en la sombrilla ficticia de soberanía. Según el historiador inglés el término fue un instrumento de propaganda de ideólogos de derecha alemanes e italianos que tuvieron su apogeo entre 1914 y 1945. Las tradiciones inventadas de Europa del este sirvieron a Stalin y sus seguidores, hasta Gorbachov, para legitimar la ocupación de los países euro-orientales. 
 
La Paz de Westfalia de 1648, sin embargo, había sido un reconocimiento  de la realidad de nacionalismos, que eran en esencia comunidades sociales históricas ligadas por una diversidad de ingredientes culturales antes que políticos. Hitler y Mussolini pervirtieron el sentido y alcance de la realidad nacionalista. Curiosamente, ha sido desde los flancos de los extremismos del espectro político -en la izquierda y en la derecha- donde se ha venido pervirtiendo la existencia de la entidad nacional. Hoy lo vemos en todo su auge en Inglaterra y en EE.UU. con Donald Trump.
 
La Unión Europa es el experimento inédito que tiene antecedentes no obstante en la propuesta hecha por el Rey XI de Bohemia, en 1463, para crear una asamblea política, una corte de justicia, una fuerza armada combinada y un presupuesto federal. Donde se respetara el margen inevitable de autonomía nacional. Este esfuerzo, labrado con dificultad a partir de la posguerra y edificado con fundamento en los diseños institucionales de Konrad Adenauer, Alcide de Gasperi y Jean Monnet, se ha topado con dos obstáculos ingentes.
 
Uno, el flujo humano, con su desespero y pobreza, procedente de Medio Oriente y África. Otro, la dictadura de la burocracia europea de Bruselas, ciega y sorda en sus decisiones de realidades de país que no pueden ser omitidas en un proceso que es integracionista, no de unificación política final.
 
El más experimentado diplomático económico que ha tenido Colombia, Felipe Jaramillo Trujillo, ha llamado “implosión” el fenómeno que ahora sacude el Reino Unido. Es decir, ruptura hacia dentro con estruendo y daño de Gran Bretaña que provocará el afloramiento de nacionalismos como el catalán y valón. Es que los nacionalismos no son construcciones exógenas sino tangibles sociales de los cuales se han aprovechado los extremistas. Ahora, para disolver cuerpos institucionales  que a pesar de su coexistencia pacífica durante siglos llevan el signo de la diferencia nacional. 
 
David Cameron entra a la historia en el mismo capítulo de Neville Chamberlain: además de no haber visto el advenimiento de la irracionalidad humana, en su ceguera la estimularon. Chamberlain se negó a aceptar la europeidad de su país. Cameron también, padre lúgubre del riesgo de la implosión europea.