JUAN DANIEL JARAMILLO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 16 de Diciembre de 2013

¿SE NACE CRIMINAL?

Por  qué razón un niño inocente llega a convertirse en un frío asesino en serie? Adrian Raine, profesor de Criminología, Psiquiatría y Psicología de la Universidad de Pennsylvania, publicó recientemente una de las obras más polémicas en EE.UU. en este año que termina. The Anatomy of Violence/The Biological Roots of Crime (Pantheon Books, 2013) es el cuarto libro que a lo largo de tres décadas de densa investigación presenta Raine, pionero de la biología de la violencia y la neurocriminología.

La neurocriminología viene demostrando que las semillas de la personalidad criminal se siembran temprano en la vida con lo cual se da origen a fenómenos fisiológicos que estimulan la comisión de delitos. A partir de centenares de casos individuales, Raine ilustra la presencia de fallas consistentes en áreas cerebrales que controlan la habilidad para experimentar miedo, tomar decisiones adecuadas y sentir remordimiento.

El asesino, por ejemplo, es una persona de sangre fría: su ritmo cardíaco se sitúa por debajo del promedio. También estudió Raine el caso de gemelos formados en entornos semejantes y diferentes con el propósito de separar los efectos de naturaleza y crianza. Las conclusiones son sólidas. El 96 por ciento de los gemelos de entornos disímiles exhibe conductas criminales o antisociales.

Cesare Lambroso, amado y detestado por criminólogos según sea la tendencia respectiva, ya había dicho que el cerebro del criminal tiene rasgos distintivos. Pero Raine va más lejos al examinar la corteza prefrontal, la parte del cerebro clave dentro del autocontrol de una persona, en asesinos condenados a muerte y encontrar que en todos se presenta una actividad en extremo reducida. La conclusión es que todas estas personas se encuentran predispuestas a la violencia por vía de su configuración prefrontal.

Más revelador aún es que asesinos en serie, autores de crímenes brutales, exhiben actividad especialmente baja en el área prefrontal y anormalidades profundas en otras regiones cerebrales.

Las implicaciones del trabajo de Raine, criticado como ocurre siempre con descubrimientos de esta naturaleza, son amplias en términos de salud pública así sea prematuro aceptar sus resultados. Hace falta más investigación. Pero lo que se va percibiendo es que sin asumir ni mucho menos ópticas apresuradas de inimputabilidad sobre criminales sí es necesario brindar atención a sus características innatas.

Sólo se es criminal hasta que se comete el crimen y es imposible hacer predicciones exactas en términos de probabilidades en este sentido. Pero también es cierto que la ciencia criminológica permite construir ciertos indicativos sobre los cuales es preciso actuar.  Estigmatizar a una criatura por un examen médico de la actividad prefrontal del cerebro sería inmensamente peligroso. De pronto estaríamos entrando en el extraño mundo orwelliano.

Mientras tanto es importante seguir con cuidado investigaciones y descubrimientos que podrían tener impacto fundamental en la ciencia criminológica y en la política judicial. Se trata de movimientos de placas profundas de las realidades y percepciones humanas que vuelven obvio al cabo de los años lo que antes parecía imposible. Tal es la filigrana de la historia.

EL  personaje del año en Colombia y en el mundo es el Papa Francisco porque viene recogiendo y ampliando el redil del cual tantos habían escapado por culpa del fanatismo demencial de ciertos católicos.  Somos franciscanos hoy. Feliz Navidad y 2014 de paz en Colombia.

Esta columna dejará de aparecer durante el siguiente mes.