JUAN DIEGO BECERRA | El Nuevo Siglo
Domingo, 15 de Diciembre de 2013

Ley a conveniencia

 

Si bien es cierto que existe una preocupante desproporcionalidad de la sanción impuesta al alcalde Petro, también lo es que, como suele suceder en nuestro país, hasta la ley es leída a conveniencia. No recuerdo de un solo movimiento social o de un número tan extenso de colombianos que estuviese en contra de la destitución de Samuel Moreno, a pesar de los cargos por los que fue suspendido y posteriormente destituido. De repente simplemente se nos olvidó que lo mismo ya se había presentado en la ciudad y entonces sí fue considerado un acto de valentía por parte de Ordóñez.

Claro, Petro no ha sido acusado de corrupción y quizá los cargos utilizados para destituirlo no se compadecen de aquellos que esgrimió la Procuraduría hace un par de años, pero la figura utilizada es la misma e igual fue retirado de su cargo. Incluso, los delitos por corrupción han ido apareciendo con el tiempo, pero aun así, ni siquiera hoy ha sido condenado. Entonces no tiene presentación que un día las acciones de un órgano de control funcionan, pero cuando caen en contra en una persona diferente, aparentemente están absolutamente equivocadas.

Sin embargo, la sanción a Petro es a mi juicio exagerada, aunque sigo pensando que ha sido un pésimo alcalde y un político desdibujado. Y los cargos por los que ha sido destituido son reales, más allá del discurso de víctima que ha tomado en los últimos días y que poco tienen que ver con su posición ideológica.

Es claro que Petro pasó por encima de las recomendaciones de varios órganos nacionales para llevar a cabo su plan de gobierno y que desatendió las advertencias que le hicieron desde todas las esquinas. Pero ese fue el Petro que tuvimos de alcalde y por el que terminó perdiendo a muchos de sus partidarios.

Quizá las movilizaciones sigan por una par de días, pero no llegará por cuenta de esta destitución una primavera árabe a la colombiana ni el nacimiento de un nuevo movimiento social en el país. Petro se ha venido quedando solo y si quitásemos la figura de Ordóñez, quizá el nivel de indignación sería mucho menor. Porque también es cierto que Ordóñez utiliza la ley a su conveniencia, como adalid de una moral sesgada y manipulada. Lo triste es que al final eso terminamos siendo los colombianos de todos los puntos del espectro, hábiles hasta para hacer de la ley una media a la medida.

@juandbecerra