Culminamos este año 2017 de tantos sobresaltos en la vida nacional e internacional, pero nos asomamos al 2018 con esperanzas y optimismo cimentados en nuestro sentir cristiano. Por más que se compliquen las cosas, por más nubarrones que se perciban en el horizonte, “nunca hay razón para desesperar”, dice confiado quien pone todo en manos de Dios autor de todo bien. Así hemos de iniciar el Año Nuevo labrando futuro esperanzador.
En el campo religioso, en el económico y social, en el político, todos tenemos el deber de dar el mejor aporte en la común labor de servicio a Dios y a la Patria. En la difusión del sentir y vivir el mensaje religioso cada cual tiene una misión que cumplir, y nadie puede quedarse con conciencia tranquila sin dar su personal aporte en pro de la humanidad. En los demás frentes es preciso, también, que cada ciudadano sienta la satisfacción de haber contribuido al bien común, rompiendo todo vergonzoso egoísmo. Los dirigentes de todos esos frentes, comenzando por los del campo religioso, son los de mayor responsabilidad de denunciar los graves peligros y de señalar rutas verdaderamente favorables al bien.
Tocando la conciencia de todos los humanos dijeron los 3.000 Padres Conciliares del Vaticano II, en la Constitución “Gozo y Esperanza”. La profunda transformación de la vida de los pueblos exige con suma urgencia que no haya nadie que por despreocupación frente a la realidad, o por inercia, se conforme con un actuar meramente “individualista”. (n. 30).El Papa Francisco, en su encíclica “Alegría del Evangelio” (24-11-13), destaca que para esa vivencia es preciso afrontar y superar el gran riesgo del mundo actual, sumido con “una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro sumido solo en sus propios interés en donde no hay espacio para los demás” (n.2).
Confortante y comprometedor cuanto destacó, el Papa Francisco, ante los Obispos de Colombia en su alocución del 08-09-17, al advertir que en nuestro País que se aprecia “su riqueza humana, sus vigoroso recursos naturales, el patrimonio de su fe y la minoría de sus evangelizadores la alegría gratuita e incondicional de su gente, su original fidelidad al Evangelio”.
El Mensaje del Episcopado colombiano, a raíz de Asamblea Plenaria (03 al 05-17) en la que se recogieron los empeños que nos dejó el Papa Francisco con sus mensajes inició rememorando su consigna: “No nos podemos quedar parados”. Se puso el dedo en la llaga para afrontar con fe cristiana los graves males “dramáticos y preocupantes” que nos abaten, y se indican necesarios remedios, que, con compromiso de todos, hemos de afrontar. Allí está la corrupción, que ha permeado las estructuras fundamentales de nuestra sociedad, la ineficacia ante los problemas de salud y el “drama incesante de la droga”. Se advierte la innegable realidad de la incertidumbre ante los procesos de implementación de los “acuerdos de paz” y la “polarización por posiciones intolerantes que no dejan llegar a un proyecto común. Máxima gravedad la de “los atentados contra la vida y la familia, y la manipulación ideológica de la educación, sustentados, también, desde los ámbitos legislativo y judicial”.
Para seguir “laborando futuro esperanzador” hemos de hacer frente a esos graves males y aplicar las concretas soluciones que indica el Mensaje del Episcopado dirigidas a tomar posiciones definidas a favor de los valores, que por los males anotados, se están descuidando o pisoteando. Entonces con fe y esperanza, y segura ayuda de lo Alto, podremos superar las dificultades, y tener un “futuro esperanzador”.
*Obispo Emérito de Garzón
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