Santos y la democracia
Desde muy temprano en la presidencia de Juan Manuel Santos, el expresidente Uribe comenzó a demostrar su insatisfacción con las decisiones de su sucesor. Hoy, especialmente después del discurso de El Nogal la semana pasada, Uribe es la cabeza de la oposición. Las razones son muchas, enumeradas en ese discurso y que ningún medio reprodujo. Hoy esos medios, si no son santistas, son antiuribistas y son contados los comentaristas defensores de Uribe. ¿Por qué? Ante todo porque a muchos les gusta la política apaciguadora del Presidente. La gente prefiere creer que la fuerza es innecesaria y que las vías pacíficas logran más que la guerra, todos los días, aquí y en el exterior, oímos repetir esto. Pero esto es una falacia, es pensar con el deseo. Si así fuera, los países no tendrían ejércitos, la policía no tendría armas. Si la guerra no fuera necesaria en algunos casos, una Alemania fascista sería hoy dueña de Europa, Sadam Juseín dueño de la mayor parte del petróleo mundial y las Farc dueñas de Colombia. Además, el estilo agresivo de Uribe lo perjudica. Las verdades hay que decirlas pero adecuadamente. No hay que callarlas como quiere Santos. Escribe el Premio Nóbel Paul Krugman al respecto: “La experiencia reciente también nos enseña una lección política crucial: es mucho mejor salir en defensa de lo que usted cree, presentar las razones de lo que realmente debe hacerse, que tratar de parecer moderado y razonable aceptando los argumentos del oponente. Transija, si debe hacerlo, en la política, pero nunca respecto a la verdad”.
Naturalmente que a Santos le convendría no tener oposición, especialmente de Uribe que tiene entre el pueblo (ver las encuestas) la acogida de la que carece en los medios. La gente se acuerda de cómo estaba Colombia anteriormente, cuando salir de las ciudades implicaba un riesgo para la integridad personal. Recuerda los secuestros y la extorsión que proliferaban. Recuerda cómo la guerrilla se enseñoreaba en los campos, al punto de que no pocos cayeron en el desatino de creer, ante la impotencia del Estado, que las llamadas autodefensas eran la salvación. Lo grave es tratar de equiparar la oposición con traición a la patria, como lo hacen Chávez y Correa. ¿No es acaso cierto que la guerrilla recrudece sus embates y es fuerte en el Cauca? ¿No es criticable apoyar a Chávez en Paraguay y en su represión de la democracia en Venezuela? ¿Es equivocado defender el fuero militar? La libertad de crítica, que tanto defienden los medios para ellos, es esencial para la democracia y, como los auditores para las empresas, no es su enemiga, sino su colaboradora que le permite detectar problemas y corregir errores. Si Santos no quiere mala imagen del país trate de solucionar lo que la genera. No trate de responder a las críticas sofocando a la democracia sino con obras.