MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 12 de Junio de 2013

¡Lo que comemos!

 

Cada día oímos del aumento del cáncer en personas de todas las edades. Es una especie de “epidemia”. Con seguridad, todos mis lectores conocen a alguien con cáncer, o a alguien que ha sufrido o muerto de esta dura enfermedad. El cáncer, directa o indirectamente, nos está afectando a todos.

Por eso, los científicos del mundo, para poder combatirlo, por décadas han analizado las posibles causales de su proliferación. Se habla del estrés de la vida moderna como una de sus causas principales; otra, la contaminación y, quizá la más importante, la alimentación.

Nuestros alimentos no son los alimentos naturales y frescos que consumieron nuestros antepasados. Ya no vienen de la granja casera, ni del mercado de la esquina, donde los agricultores locales llevaban sus productos frescos. Hoy nos llegan a la mesa productos altamente manipulados por la industria alimenticia mundial, desarrollada para alimentar millones de personas, en cualquier lugar del planeta, a bajo costo.

Así que, el pan del desayuno que usted se comió hoy, puede ser producido con harina de trigo o maíz transgénico, cultivado en EE.UU., de una semilla seguramente desarrollada por Monsanto, la poderosa compañía  especializada en ingeniería genética para la producción, entre otras cosas, de semillas y pesticidas.

Y el aceite de fritar los huevos, quizá fue producido con soya o canola también genéticamente manipulada. Igual, la papaya, casi toda la que exporta Hawái es transgénica.

Hoy no comemos los huevos o la carne de la gallina alimentada con gusanos del jardín de la abuela, o con granos de maíz; o la carne de vaca, ternera o cordero alimentado con pastos frescos, o el pescado de la laguna, el rio, o el mar impoluto. Hoy nos llegan a la mesa huevos y carne de gallinas enjauladas, a veces enceguecidas, para que no sepan si es día o noche y así produzcan más huevos; esos desgraciados animales son alimentados con concentrados producidos con cereales transgénicos; además, para engordarlos más rápido se les dan hormonas,  y antibióticos para que no enfermen. Lo mismo sucede con el ganado, este es engordado, en muchos casos, con gallinácea (excrementos de gallina), ¡suena horrible! Pero así es. También se les dan antibióticos y hormonas, los cuales no solo se quedan en sus carnes, sino que también pasan a su leche y, luego naturalmente, a nosotros.

Los pescados de mares profundos, como el atún, contienen mercurio por la contaminación; también están contaminados con productos químicos muchos de los peces de lagos y ríos.

Las margarinas, esas “maravillosas” con sabor a mantequilla, son las peores grasas hidrogenadas, igual los helados industriales; ni qué decir de las galletas, jugos, enlatados, todos productos repletos de  colorantes, sabores y preservativos artificiales. Lean las etiquetas de cualquier producto y ¡atérrense!

Esto es solo una pequeña muestra de los horrores que comemos, ¿Qué hacer? Quizá sembrar una huertita, criar gallinas… ¡No sé! Definitivamente, tratar de volver a lo natural. Eso están haciendo muchos. Es posible, con algo de imaginación y disciplina.