Visible fobia ante valores religiosos
Ante la menor oportunidad es ostensible la actitud de animosidad contra los valores religiosos en personas que llevan contra ellos, en su corazón, cierta carcoma de íntima fobia. Tienen lentes distorsionados para ver mal aun actuaciones correctas y dignas de elogio. En esa dimensión he encontrado, sorpresivamente, la columna de El Tiempo (03-06) de Daniel Samper Pizano, persona que estuvo tan de cerca de ese dechado de vida Mons. Emilio de Brigard, quien sólo ve errores en el actuar de nuestro apreciado Cardenal Darío Castrillón, y lo señala causante de descrédito de Colombia en los estrados vaticanos.
Apenas medio aparece nuestro connacional Castrillón por alguna disimilitud con el exnuncio en Colombia, Paolo Romeo, en la complicada trama de deslealtades al venerado Benedicto XVI, busca el columnista magnificar diferencias entre ellos y dedicarse a presentar, a su modo, actuaciones de nuestro Cardenal.
Soy testigo de excepción, porque era Obispo de Armenia en el momento en el que han querido hacer aparecer a Mons. Castrillón, entonces Obispo de Pereira, en gran amistad con Carlos Ledher, mi feligrés en el Quindío, por haber hecho presencia en inauguración de la frustrada “Posada Alemana”, a la cual me negué a asistir, pero, sin hacer él la bendición, respetando mi jurisdicción. Estuvo allí engañado de que yo estaría en ese acto. Que Castrillón estuviera listo a recibir a un narcotraficante, o a un guerrillero, o a un periodista malsanamente parcializado, en busca de enmienda, es postura honrosa como la del mismo Jesucristo con Zaqueo (Lc. 19, 1-10), o con la mujer adúltera, para decirles luego: “No peques más” (Jn. 8,11).
La vertical posición del Cardenal Castrillón, en el sentido de que un Obispo no puede violar su secreto de oficio entregando a las autoridades civiles documentos que se le hayan confiado por su misión espiritual, y que felicite a quien aun con amenazas se mantenga cumpliendo su deber, no es deshonra sino honor. No se trata de tapar, pues en lo que sea factible hay toda la colaboración de parte de la Iglesia, pero, ante la petición de pisotear el deber de guardar una reserva de oficio, hay derecho y deber de dar rotunda negativa.
Haber opinado ante el Papa que se podía dar gesto benévolo a los obispos consagrados por el caprichoso Mons. Lefevre, al levantarles la excomunión por haber recibido irregularmente esa Orden Sagrada, sólo tenia propósito de acercamiento, no correspondido por ellos, para entrar a diálogo más de fondo en el aspecto doctrinal. Otra cosa fue que apareciera concepto no conocido antes, ni por el Papa ni por sus asesores como Castrillón, de uno de esos señores, al salir en defensa de los nazis y en contra de nuestros hermanos judíos. Hundirse en descalificaciones, siendo conscientes de la ninguna aprobación del Cardenal ni del Papa de esa malhadada declaración, es signo de aquella lamentable fobia ya aludida.
Liberados de esas lentes enegrecidas por visceral tendencia a desacreditar lo religioso, es de destacar en Colombia las egregias figuras que han llegado a ser cardenales. Desde el sencillo y prudente campesino boyacense Crisanto Luque Sánchez, pasando por el tan erudito Luis Concha Córdoba, el dinámico Aníbal Muñoz Duque, el plurifacético Mario Revollo Bravo y el gran pastor Pedro Rubiano Sáenz, en la sede capitalina, llegamos al luchador Alfonso López Trujillo y a Darío Castrillón Hoyos, en cargos pontificios. Que no se tome esta lista para proseguir, con pluma venenosa, señalando en ellos limitaciones humanas o haciendo y tergiversando sus actuaciones.
Ni en lo religioso, ni en ningún otro aspecto, construimos patria con terciadas presentaciones influidas por viciadas prevenciones.
*Presidente Tribunal Ecco. Nal.