Siete y 8 de diciembre son los días durante los cuales el mundo se regocija al verificar que la catedral de Nuestra Señora, en París, ha sido resucitada y presentada otra vez como una joya arquitectónica mucho más bella que la que conocimos hasta el día del incendio que casi la destruye, el 15 de abril, hace cinco años.
Hubo una movilización mundial expresada, primero en el dolor por el incendio, luego inducida por el deseo de reconstruirla. Más de 850 millones de euros fueron recolectados sin mayor esfuerzo y todavía quedaron 250 que se utilizarán para la reconstrucción ya concebida, antes del incendio, de algunos de los aspectos exteriores de la catedral y para su permanente preservación. 150 países contribuyeron no solamente con donaciones económicas, sino que proporcionaron sus mejores artesanos y artistas para que la reconstrucción de la catedral fuera no solamente perfecta, sino que volviera a deslumbrar, aún más, a todos sus visitantes. A todos ha sorprendido que el papa Francisco hubiera rehusado oficiar la misa del 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción.
En cinco años se recuperó el esplendor de una construcción que comenzó en 1163 y concluyó casi 200 años después en 1345. La catedral fue convertida en un depósito después de que la Comuna de París se la tomó el 10 de noviembre de 1793; el 15 de agosto de 1795 se reiniciaron los oficios religiosos. Y ahora, es apenas natural, se recuerda que en 1218 ocurrió el primer incendio cómo resultado de un robo de los candelabros que incendiaron las telas de seda que cubrían las naves. Se destruyeron algunos vitrales, pero la catedral no sufrió daños graves. Son muchos los datos y las historias que se recuerdan en periódicos revistas y libros en este momento tan gratificante. Por ejemplo, durante la Edad Media, entre 1120 y 1350 se construyeron más de un centenar de grandes catedrales en Europa y por lo menos 500 iglesias parroquiales o de monasterios. Un historiador afirma que fue un evento único en la historia de la humanidad.
Por lo menos se señalan dos hechos que se consideran como milagrosos y que según los entendidos permitieron que la catedral no se hubiera destruido del todo, que sus Torres no se hubieran caído. Esos dos hechos fueron: en primer lugar, la estatua de Nuestra Señora quedó intacta no obstante que los desechos del techo cayeron, pero se colocaron a sus pies. Entiendo que ya, en esta semana, la estatua fue reintegrada a la catedral. Y el segundo suceso que se considera providencial fue el de cómo la propagación del fuego hacia la Torre norte se detuvo y ello se debió según el jefe de los bomberos a que hubo un cambio en la orientación del viento, lo cual permitió que la tarea de los bomberos se desarrollara en otro sentido. Así se salvaron las dos Torres que si se hubieran caído habrían hecho imposible la reconstrucción de la catedral.
La fecha del 8 de diciembre pasará, también, a ser una fiesta de la eficacia del Estado francés, que se añade a la celebración de la Inmaculada Concepción.
Las frases que utilizan los distintos textos que se publican en torno de esta hazaña de la maravillosa reconstrucción de Nuestra Señora revelan el enorme significado espiritual y político que para el pueblo francés de todas las corrientes, significaba y sigue significando, ahora con mayor razón, la catedral de Nuestra Señora. Lo menos que dicen es que esta catedral es un puente entre Francia y el Cielo. Francia reconstruyó no solamente un monumento emblemático que está en el corazón de todo el pueblo francés y que generó, así lo dicen, una emoción planetaria, sino que, además, demostró algo que siempre los ha enorgullecido: la capacidad de su "savoir faire."