El 20 de diciembre de 1943, el hogar de Arturo Navas Venegas Esguerra Cortés y Cecilia Talero Suárez Lozano Parra fue sorprendido con la llegada de Fernando y Gustavo, gemelos que avivaron la curiosidad de la familia, los amigos y los vecinos. Esto sucedió hace muchos años, tiempo transcurrido dejando experiencias y huellas imborrables, partiendo del viaje que los padres ya hicieron hacia el cosmos, una vez convencidos de haber cumplido su misión en la vida; a este traslado se apuró Gustavo; su éxodo tuvo lugar el 25 de diciembre del 1946, provocando un gran vacío en la conciencia de su hermano.
La evocación de este episodio, vivido por mi eterno leal amigo y compañero inseparable: el inconsciente, viene a cuento en estas fechas por muy diversas razones, entre otras porque la sociedad de su mundo ahora se ocupa de celebrar el nacimiento del Niño Dios, otro aniversario que recuerda sueños y pesadillas que en veintiún siglos de historia han ilusionado y maltratado a la humanidad y ninguna experiencia se ha capitalizado para encontrar la supuesta “Felicidad” que todos añoran.
Muchos mensajes en estas fechas llegan deseando “Feliz Navidad y Próspero Año”. Un recado protocolario y en pocos casos sincero y de buena voluntad. En la práctica se advierte que son contados en los dedos de las manos quienes un esfuerzo hacen por convertir en realidad esa intención y pronóstico.
Pues bien, sin desconocer la tradicional costumbre, al hacer el balance de lo vivido en estos tiempos, lo mejor es decirle a los protagonistas de esta fantástica “novela” interminable que no piensen en ser felices, pues esta es una fantasía causa de frustraciones irremediables. Es la endemia de la depresión que agobia al mundo. Entonces lo que hay que desearle a quienes amamos, queremos, estimamos, compartimos afectivamente, es que ojalá el tiempo que les falta para viajar definitivamente, sea un periodo de alegría, amor y tranquilidad, con la observación franca de que todo depende de la voluntad que al respecto se tenga.
Desde esta columna, a los amigos y compañeros les deseo que estén contentos todos los días, que crean en que la solución a las dificultades de la vida es el amor, la lealtad, la sinceridad y la comprensión; comprender es más que perdonar, comprender hasta lo íntimo es amar.
El año que viene tiene muchas expectativas; si cultivamos la solidaridad, la tolerancia, el respeto a la dignidad y en general renunciamos al egoísmo, la ambición, la violencia y todos los vicios que atropellan la convivencia , no cabe duda de que la existencia podría será más amable y llevadera.
Independientemente de si Dios existe o no, dejando de lado esa discusión ilusa, lo propio para construir el sueño del Cielo es creer en el Yo, y eso no es fe, es convicción de la verdad de la existencia: ahí se encuentra la paz, una vivencia más real que la felicidad.