En la columna del 12 de febrero de 2014, teniendo en cuenta la conducta del vocero del aparato militar, se sostuvo: “La dignidad en Colombia es poco conocida. Napoleón en sus memorias decía de Fouche: Si la traición tuviese un nombre sería Fouché’. ¿Se podrá acuñar una frase igual en Colombia para referirse a la deslealtad? ¿Qué nombre se le daría?”
El tema viene a colación a raíz de las peroratas que los aspirantes a la presidencia hacen para satisfacer su egolatría y, valiéndose de esas alocuciones, convencer al pueblo y satisfacer sus elitistas aspiraciones.
La cita que antecede tiene que ver con la actitud del ex ministro de Defensa, aspirante al poder Ejecutivo, que por esa época tallaba el camino para su proyecto futuro; sin embargo, supuestamente, colaboraba con el presidente Santos en los acuerdos de paz que ahora censura con incoherente vehemencia.
Pero no es solamente el señor Pinzón quien peca en ese sentido. Otros de los muchos aspirantes a gobernar este miserable país alegan, intentando seducir al electorado, que la historia colombiana es la historia del desafuero social con el pueblo, argumento que construyen censurando el monopolio clasista que históricamente ha imperado a costa de la explotación inhumana a los campesinos y a la clase proletaria. Sustentan su alegato criticando la injusta evolución económica tanto en este gobierno como en los pasados y ¡el abandono a las clases populares!
No obstante la crítica oposición al establecimiento, al examinar la hoja de vida de estos “adalides” del futuro aparece que, habitualmente han pertenecido a la clase dominante y, por supuesto, han sido obsecuentes aduladores cómplices de los yerros que ahora tildan.
Se escrutan ya 24 precandidatos, D-G-H-D-G-M-V-N-R-D-V-C-R-D-L-L-N-R-C-L-F-P-O-P-C- y hacen falta más. Al examinar la lista se encuentran caras conocidas, personajes de todos los partidos y movimientos, en su mayoría ex funcionarios de gobiernos anteriores o miembros del Congreso de quienes se puede deducir, sin esfuerzo, que han sido alcahuetas de la inequidad tributaria que ahora critican y censuran, en discursos demagógicos que, por experiencia, se sabe son simples estupros políticos: prometer y vencer, y después de convencido nada de lo prometido.
Ejemplo elocuente de esta actitud política es el examen del alienado comportamiento de la ex fiscal de Venezuela, ahora judío errante. En efecto, muchos años estuvo vinculada al poder, disfrutando los beneficios y mercedes de la burocracia y, a última hora, cuando la destituyen, se convierte en denunciante de los hechos que de tiempo atrás conocía. ¿Será acaso este proceder una expresión meritoria y digna de encomio? ¿No será más bien el resultado de un acto fallido emocional, producto de su frustración y no de su ética y su moral? Pero bueno, esa es una regla de la sicología de los “lideres”: la hipocresía. Muchos precandidatos desconocen la regla: “ama a tu prójimo como a ti mismo”; solo se aman ellos y solamente ellos. Onanismo político.