Mi vecina, la semana pasada, en su columna “Hipocresía y duplicidad”, hilando fino, sugiere que “La mujer debe exigir respeto sin excusas ni miedo”, aludiendo a que muchas de las figuras de Hollywood “fueron, de una u otra manera, acosadas o abusadas sexualmente por algún director…durante su ascenso a la fama...”
Ciertamente, el comentario despierta inquietudes, científicas e históricas, pues siguiendo pensamientos como el expuesto por Nietzsche: “El poder es el afrodisíaco más fuerte”, encuéntrense otras opiniones que obligan a juzgar esos acontecimientos, especialmente en lo que respecta al calificativo del título: “Hipocresía”. Hay quienes, con profundos estudios al respecto, suelen afirmar que no es siempre una conducta repudiable la del hombre que termina seduciendo a una mujer que coquetea para doblegarlo y someterlo a su voluntad y obtener los beneficios que alcanza gracias a su “poder” sexual que rinde el de su “contrincante” y más tarde, satisfechas sus ambiciones, se muestra víctima de acoso.
Michel Foucault, en la “Historia de la Sexualidad”, explica que “lasaphrodisia son las obras, los actos de Afrodita” y se sabe que de este personaje de la historia griega se dice que bastaba que mirara a un hombre para dominarlo por su atractivo sexual. Y semejante alusión a ese factor libidinoso, del cual las féminas son dueña, se constituye en un poder irresistible.
Esa conclusión, derivada del pensamiento comentado, la ratifica Otto Weininger en su obra Sexo y Carácter”. “La mujer busca, en primer término, procurarse el mayor valor posible, eligiendo aquel hombre que esté en condiciones de conferírselo”.
Seguramente que razonar, partiendo de postulados teóricos, sea una argumentación poco admisible para quienes condenan a los “acosadores” victimas del coqueteo. Por ese motivo, entonces, bueno es traer a colación episodios reales, recientes, que demuestran que no son pocas las mujeres que han llevado a hombres importantes a la “condena” moral que censura el sexo como delito y pecados.
Recuérdese el famoso caso de Mata Hari y otro mucho más cercano, el de John Profumo y Christine Keeler; el que tuvo que torear el presidente Clinton y su amiga Mónica Lewinsky; igualmente el tropiezo que vivió el ministro italiano Berlusconi a consecuencia de la seducción de que lo hizo victima Lavinia Palombine, encargada de ese coqueteo por su padre para comprar la voluntad del Jefe del Gobierno. El escándalo, en Colombia, de Jorge Armando Otálora, defensor del pueblo, y su secretaria Helena Cristancho. Viajando lejos, la mitología cuenta que Adán fue seducido por su compañera para que “se comieran la manzana” y ahora la humanidad paga ese error
El tratamiento sicoanalítico de quienes padecen el duelo de la pérdida del poder aporta muchos datos interesantes acerca de la manipulación de que han sido objeto muchos hombres, atraídos por una mujer que luego de conseguir sus “premios” no solo los abandonan sino los condenan moral y afectivamente. Esa quizás sea la “hipocresía” de que habla la colega.