POR MONS. RAFAEL ESCUDERO LÓPEZ | El Nuevo Siglo
Domingo, 19 de Enero de 2014

Este el Cordero de Dios

“Debemos ayudar a quitar el pecado del mundo”

Juan 1, 29-34

El Evangelio de hoy  muestra los distintos testimonios de San Juan Bautista acerca de Jesús.

“En aquel tiempo, Juan vio a Jesús que se acercaba a él y exclamó: Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.

Juan, estremecido ante la presencia del Salvador del mundo, él que ya en el vientre de su madre había saltado de gozo, levanta su dedo sin vacilaciones y presenta ahora a Jesús como “el Cordero de Dios, listo para el sacrificio; que es llevado al matadero, como dice el profeta Isaías; este cordero es Cristo crucificado durante la fiesta de Pascua cuando se sacrificaba el cordero pascual, que con su expiación borra los pecados del mundo;  cordero en el que se cumple lo que había significado la salida del pueblo de Israel de Egipto: liberación. Jesús es el Cordero que quita elpecado del mundo”cargándolo sobre sí, en su Corazón.

Nos enseña el catecismo: “Las consecuencias del pecado original y de todos los pecados personales de los hombres confieren al mundo en su conjunto una condición pecadora, que puede ser designada con la expresión de san Juan: “el pecado del mundo”. Mediante esta expresión se significa también la influencia negativa que ejercen sobre las personas las situaciones comunitarias y las estructuras sociales que son fruto de los pecados de los hombres”.

El Señor después de ser bautizado comienza su vida pública, se encamina hacia la cruz, paciente como un cordero ofrecido en sacrificio, con la fuerza  expiatoria de su muerte inocente ha borrado la culpa de toda la humanidad.

En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal y quitó el pecado del mundo, del que el mal, el sufrimiento y la enfermedad no son sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con Él y nos une a su pasión redentora.

Nosotros también estamos llamados, como Juan Bautista, a ayudar al Señor en esta misión de quitar el pecado del mundo, primero luchando contra el mal que hay dentro de nosotros, luego luchando contra el mal donde quiera que éste se encuentre y podamos hacerlo, en mi familia, en mi trabajo, entre mis amigos, en mi comunidad cristiana.