La muerte del guerrillero Uriel, a manos de las fuerzas de seguridad e inteligencia del Estado, suscita varias reflexiones:
En primer lugar, hay que comenzar por felicitar de manera entusiasta a las fuerzas de seguridad por este importante golpe. Fueron precisamente golpes repetidos como éste los que hicieron posible la mesa de negociaciones de la Habana con las Farc. Las acciones exitosas contra las cabezas del ELN habían estado especialmente pobres últimamente. Por eso la arrogancia y la renuencia de este grupo a avenirse con un proceso de paz negociada. Solo la presión militar fuerte y constante, como la que condujo a la baja a Uriel, es lo que termina convenciendo a grupos como el ELN que es mejor la paz que la guerra.
En segundo lugar, el frente occidental del ELN -aliado muy cercado del frente oriental comandado por alias Pablito- ha sido históricamente uno de los mayores enemigos al interior del ELN de los diálogos de paz. De hecho, durante las conversaciones que se desarrollaron en el Ecuador en 2017, cuyos pormenores relato en mi libro “Diálogos de Cachapamba”, el frente eleno del Chocó fue el que se manifestó siempre más reacio a la búsqueda de la paz por la vía negociada. Es un grupo pequeño en contingentes militares pero altamente agresivos, que ha encontrado capacidad financiera a través del narcotráfico.
Los fundadores del ELN fueron contrarios en sus orígenes a que el ELN se inmiscuyera en negocios del narcotráfico. El frente occidental del que Uriel era el tercero en mando, en ocasiones tomó inesperadas vocerías urbanas como sucedió con los disturbios de Bogotá el pasado mes de septiembre o el atentado a la escuela de cadetes general Santander. Este frente entró también con intensidad al negocio del narcotráfico dada su ubicación en el corredor que conduce a las costas pacíficas, lo que le permite tener un papel predominante en el trasiego de alcaloides.
A pesar de ser el del Chocó uno de los frentes más nuevos del ELN, las frecuentes y altisonantes declaraciones de Uriel y su afán enfermizo por los medios de comunicación y las redes sociales, le llevó a dar una dimensión de su importancia ante la opinión pública desproporcionada ante su real peso militar. Estaba también muy involucrado en el secuestro y en el reclutamiento de contingentes subversivos urbanos.
Por último, hay que mencionar que el frente occidental del ELN se caracteriza por su ferocidad para con la población civil no combatiente de esta azotada región de la patria. Gran parte de los desplazamientos (claramente reñidos con el derecho internacional humanitario de la población indígena del Chocó, y la siembra de artefactos explosivos antipersonales como ha sucedido en la población de Riosucio) son atribuibles a las luchas que contra otros grupos mafiosos comprometidos también en el tráfico de la droga libra el ELN en los corredores terrestres y fluviales del sufrido territorio del chocoano.
El haber dado de baja al arrogante Uriel debe ser interpretado apenas como el comienzo- no el final- de las acciones represivas de las fuerzas militares que se esperan de nuestras fuerzas. Es necesario que otros golpes ojalá de igual jerarquía se repitan contra las cabezas de esa guerrilla en todos los territorios donde opera este grupo alzado en armas. Estos cabecillas muy probablemente (los que queden al menos en Colombia) se van a replegar hacia Venezuela bajo el ala protectora de Maduro. Pero la pelea deben seguirla dando nuestras fuerzas legítimas con toda contundencia. Es la única manera de hacer entender al ELN que no existe futuro para un grupo alzado en armas que practica un irrespeto permanente del derecho internacional humanitario. Y que de seguir las cosas como van definitivamente los dejará el tren de la historia.