Velitas de bengala
Cuando se habla de bomba ‘lapa’, poca gente está en capacidad de evocar la imagen de ese molusco que, como los deliciosos percebes, se agarran a las rocas para no soltarse nunca.
Por eso es preferible hablar de las bombas ‘garrapata’, un espécimen mucho más relacionado con el trópico que con el Cantábrico.
En cualquier caso, los expertos artificieros de la Eta son los más destacados en este tenebroso campo del explosivo ideal para causar hondo impacto estratégico.
Fácil de manipular e instalar, la garrapata permite coordinar acciones varias horas antes de perpetrar el atentado o se deja manipular sobre la marcha para dar el golpe en tiempo real dejando el margen de maniobra necesario para que el responsable escape.Utilizada durante la era franquista y, por supuesto, más allá de la transición, estos artefactos hacen parte fundamental de la identidad etarra junto al tiro en la nuca o los explosivos plásticos en los supermercados.
Metodologías variopintas que, por transferencia de tecnología revolucionaria, han llegado a Colombia para completar esa panoplia de dispositivos en los que el ingenio criollo también se destaca con los cilindros de gas o los cohetes katiuska de la Candelaria.
Dispositivos que los terroristas combinan hábilmente para sembrar el desconcierto y no hacer de este o aquel atentado una pieza fácil para las autoridades que, a veces más solícitas y otras no tanto (debido a la presión natural que las directrices políticas imponen), han de esforzarse al máximo para señalar a los culpables.
Estopines de alta tecnología como los que acaban de descubrirse en manos de la brigada urbana Antonio Nariño, barras de Indugel que hubiesen podido borrar el cuartel central de la policía de Bogotá, rockets para impactar el palacio presidencial, explosivos para derribar aviones a punto de despegar o aterrizar, y hasta manpads (misiles portátiles tierra aire) hacen parte del menú que utilizan a destajo aquellos que claman por una salida negociada del conflicto.
Artefactos muy útiles para la guerra revolucionaria que no se usan sólo en Los Pozos, San Vicente, Santa Rosa, Teorama, La Gabarra o Maicao. También se usan en Buenos Aires, en el Teatro Grand Rex, cuando se dictan conferencias.
Solo que a juicio del ministro colombiano de Defensa sólo son tubitos de pólvora negra, de poca monta y sin ninguna gravedad, es decir, velitas de bengala y volcanes de Navidad.