VÍCTOR CORCOBA HERRERO | El Nuevo Siglo
Lunes, 13 de Enero de 2014

El año de la agricultura familiar

 

“Urge ayuda a este sector que se siente el último de la cadena productiva”

 

Una iniciativa promovida por el Foro Rural Mundial y respaldada por casi cuatro centenares de organizaciones civiles y campesinas de todos los continentes, ha hecho posible que Naciones Unidas, respaldase este año 2014, como el Año Internacional de la Agricultura Familiar. Su celebración a nivel mundial me parece una excelente noticia, sobre todo a la hora de promocionar políticas activas y sostenibles, a través de la unidad familiar aldeana, y con vistas a una eficaz lucha contra la pobreza y el hambre. El que mujeres y hombres del campo, y también del mar, puedan reflexionar juntos, sobre la manera de cuidar el planeta y de alimentar el mundo, debatir y extraer conclusiones, lo veo como un gran avance social.

Téngase en cuenta que el setenta por ciento de los alimentos consumidos en el mundo son producidos por esta cercana agricultura familiar, en toda su diversidad, y alrededor de un cuarenta por ciento de familias del mundo viven de esta actividad. Pero también es indudable que el éxodo del campo está ahí, en parte porque ha sido un sector abandonado, al que se le ha prestado muy poca atención  en el desarrollo de los servicios públicos fundamentales, necesarios para alcanzar un nivel de vida digno acorde con los progresos de la época.

A mi juicio, considero, además prioritario rescatar alimentos tradicionales que produce el campo, y sólo el campo, contribuyendo a una dieta mucho más natural y equilibrada. Sin duda, es esta agricultura familiar la que realmente representa una oportunidad para dinamizar la vida de los pueblos, las economías locales, para afianzar la seguridad alimentaria en definitiva.  Por otra parte, hay que advertir asimismo que el sector agrícola, aunque sea familiar, es un sector de producción más, y como tal es conveniente el asociacionismo, de todo punto necesario, porque facilita al agricultor la posibilidad de luchar en conjunto y de manera solidaria, contribuyendo de este modo a quedar situados en un plano de igualdad junto con otros sectores productivos, como la industria o los servicios. Por eso, entiendo, que es el momento de centrar la atención del mundo sobre su importante papel en el logro del bienestar humano.

Con estos agricultores tenemos que hacer justicia. Sabemos que existen más de quinientos millones de explotaciones agrícolas familiares en el mundo, que sus actividades dependen principalmente de la mano de obra familiar, y que ellos son realmente los principales productores de alimentos que consumimos a diario.

Naturalmente, no sólo tenemos que rememorar que son una parte importante de la solución para lograr un mundo libre de la hambruna, los gobiernos deben avivar su compromiso político con el sector estableciendo plataformas para el diálogo, puesto que es preciso el acceso protegido a la tierra, al agua, el mar y demás recursos naturales. Qué menos que reconocer el derecho de los pueblos a producir sus propios alimentos. Qué menos que producir alimentos cerca de las personas que los necesitan. Qué menos que ayudar a un sector que se siente "el último" de una cadena productiva. Desde luego, los poderes públicos han de prestar, no sólo la estima a su labor, también el apoyo necesario para relanzar una actividad que las comunidades rurales vienen desarrollando desde sus albores.