10 millones: obra de catarsis cubana | El Nuevo Siglo
Viernes, 6 de Mayo de 2016

Cuba, años 70. Un adolescente queda atrapado entre el tormento familiar y la asfixiante disciplina comunista. Carlos Celdrán lleva a escena "10 millones", una pieza autobiográfica que remueve, sin concesiones, la costra de la historia cubana del último medio siglo.

 

Celdrán, Premio Nacional de Teatro 2016, necesitó una década para pulir esta obra estrenada en abril y que coincide con un momento de lentas transformaciones en la isla comunista.

 

Símbolo de la evolución de los tiempos, este drama corrosivo jamás hubiera podido exhibirse sin la censura oficial hasta antes de mediados de los años noventa.

"El teatro cubano ha cambiado como ha cambiado la sociedad cubana, que se ha ido abriendo a temas y visiones de sí misma más polémicos y complejos", comenta Celdrán a la AFP.

 

Así, sin concesiones o censuras, "10 millones" ofrece una versión cruda de la historia cubana: por las tablas desfilan los advenedizos de la Revolución Cubana, el rechazo a la homosexualidad, el trauma del éxodo masivo y hasta la desilusión política.

Todo dicho sin nombres ni acusaciones, apenas contado desde la emoción y el punto de vista humano.

Este proyecto he tenido que procesarlo "y guardarlo en secreto por muchas razones personales, y se ha demorado mucho en salir a la luz", reconoce el director.

- Adolescencia maltratada -

En la pieza, Daniel Romero (26 años) encarna a "Lui", un joven atrapado entre un padre pequeño burgués que solo quiere huir de la isla - tras caer en desgracia con el triunfo de la revolución - y una madre dirigente del partido único, "fanática de la firmeza" y consagrada en cuerpo y alma a la campaña de los "10 millones".

Así fue como se conoció a la movilización popular de los setenta que organizó el Estado para producir, sin éxito, 10 millones de toneladas de azúcar.

"Lui" enfrenta además el prejuicio de "no ser un niño como los otros". Incluso, su madre lo pone en manos de los médicos de la revolución.

 

Frágil e introvertido, encuentra refugio en la lectura y en su primer amor. Su infancia termina de forma abrupta en los años ochenta.

Ese año su padre se sumó a los miles de cubanos que buscaron desesperadamente el exilio e invadieron la embajada de Perú en La Habana.

 

Fidel Castro aceptó abrir el puerto de Mariel, a 45 km de La Habana, para que unos 125.000 cubanos salieran, no sin antes pasar por los abucheos - y en ocasiones golpes - de los militantes del partido.

Durante la crisis, "Lui" se vio forzado a ir a lanzar insultos contra los cubanos que pretendían huir mientras, en vano, intentaba ver al padre que tanto ama detrás de la verja de la embajada.

Poco después, su madre renuncia a sus convicciones y marcha al exilio: él queda solo frente a su destino.

- "Nunca vi una reacción así" -

Caleb Casas, un talentoso actor apadrinado por Celdrán y quien interpreta al padre de "Lui", está sorprendido con la respuesta de los espectadores que cada fin de semana llenan la pequeña sala del teatro Argos.

"Nunca, en los años que llevo en el teatro en este país, había visto a un público reaccionar como reacciona este público con esta obra", comenta a la AFP.

Escena por escena, esta obra logra conmover a espectadores que vivieron en carne propia o indirectamente el drama de Celdrán.

Incluso a muchos les brotan discretas lágrimas en el ambiente casi íntimo del Argos, con aforo para cien personas y ubicado cerca de la emblemática Plaza de La Revolución en La Habana.

"Para mí es como un exorcismo todas las noches. Me libero de muchos demonios (...), de uno diferente que he tenido guardado", señala Waldo Franco, de 57 años y quien actúa como narrador.

Pese a las dificultades, el director de "10 millones" confiesa que jamás cedió a la tentación de dejar Cuba.

 

"En muchos momentos de crisis en el país, he tenido la tentación de irme, y estar un tiempo fuera, pero sería como dejar trunca la obra que he hecho aquí", indica Celdrán.

Por ahora, este dramaturgo cubano no trabaja en un guión nuevo, pero desde el Argos quiere seguir expandiendo "los límites de esa posibilidad de hablar de nuestra verdad".