El libro romántico de Don Manuel | El Nuevo Siglo
Lunes, 7 de Mayo de 2012

Acaba de aparecer en el mercado el segundo título de su colección Civilización y cultura a través de la música.

 

Don Manueles Manuel Drezner. Que no debería necesitar presentación. Porque ha estado una vida entera desde su trinchera cultural de las Preguntas y respuestas de El Espectador.

 

Esa su faceta más pública. Otra menos divulgada tiene que ver con sus intereses personales, que van desde la acústica, porque participó en el proyecto de la sala de conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango, hasta la dirección de escena; tirios y troyanos reconocen que la Ópera de Colombia alcanzó su mayoría de edad justamente con su puesta en escena de Don Giovanni de Mozart, que marcó un antes y un después, y así lo reconocen hasta sus malquerientes… en esto de la cultura ¿quién no tiene malquerientes?

 

En lo que a mí respecta, lo conocí antes de conocerlo, por las grabaciones de música clásica que en el viejo formato del cassettese vendían en Colsubsidio y que por su precio eran las únicas que estaban al alcance del pobretón presupuesto de un estudiante: fue así como por un precio ridículo conocí desde los poemas sinfónicos de Richard Strauss hasta las Variaciones Goldberg de Bach.

 

Bueno, también debo añadir que hace unos diez años lo vi, en la Sala de Música de la Luis Ángel Arango, realizar una proeza inimaginable: explicarle al público asistente a un seminario sobre la Historia de la Ópera, con una claridad y sencillez pasmosas, el argumento de El Trovador de Giuseppe Verdi en apenas unos minutos, porque esa es faena de romanos, y lo consiguió luego de anunciarle al auditorio: Miren, el argumento del Trovador en realidad es muy sencillo.

 

Cosa aparte ha sido su valor para tinglar polémicas culturales que han hecho historia desde sus “Preguntas y respuestas” y un interés sincero por la divulgación de la cultura, especialmente de la música, mal o bien llamada clásica, que han tenido un éxito y una aceptación sorprendentes en un medio como el nuestro: como las ediciones consagradas a la obra de Mozart o de Beethoven.

 

Acaba de aparecer en el mercado el segundo título de su colección Civilización y cultura a través de la música, El romanticismo. Si don Manuel puede explicar Trovador, pues no me sorprende que a lo largo de las 192 páginas del primero de los dos volúmenes de la edición logre la disección de todos los vericuetos culturales del siglo XIX, con lo que encuentro más interesante: que lo ha diseñado de tal manera que pueda abrirse en cualquier página y sencillamente disfrutarlo.

 

Va un ejemplo, y de verdad que es al azar: las páginas 42 y 43 que exploran la audacia estética de la obra pianística de Federico Chopin, la situación política de Polonia en ese mismo momento, la rebelión de los militares y nobles rusos en 1825 (Chopin tenía entonces 15 años), la fiebre del oro en California que se inició apenas un año antes de la muerte del compositor y lo más insólito: que durante la época del atildado y ceremonioso Chopin aparecieron los jeans.

 

Este el primer volumen de la edición. Porque el segundo es, claro, el dedicado a la música: ocho discos compactos recorren, cronológicamente, lo más significativo de la música de la época romántica. El primero está dedicado a Beethoven, con el Concierto Nº 4 para piano, la Novena Sinfonía, el Cuarteto para cuerdas Nº 8, la Sonata para piano Nº 32 y una especie de curiosidad muy reveladora de su arte y personalidad, el rondó “la rabia por el centavo perdido”.

 

Como el formato es MP3, pues la capacidad de cada uno de los discos es enorme y no se trata de una selección de fragmentos de grandes obras sino obras completas. Desfilan así los nombres de todos los grandes músicos del siglo XIX: Beethoven, Rossini, Berlioz, Mendelssohn, Chopin, Schumann, Liszt, Verdi, Bizet, Brahms, los nacionalistas rusos, los nacionalistas checos, hasta llegar a Puccini, Bruckner, Strauss y cerrar, creo que con mucho tino, con el golpe de gracia de los modernos de ese momento: Debussy y Ravel, y Stravinsky con su “Consagración de la primavera”, que para algunos historiadores fue el réquiem del romanticismo. En resumen: 32 compositores.

 

Desde el punto de vista gráfico, la edición es impecable. Hermosa sin duda y con profusión de ilustraciones. Desde el musical, la cosa es más sencilla, pues Beethoven, Schumann, Wagner o Tckaikowski se defienden solitos: lo complicado es hacer la selección.

Aunque seguramente escribió los textos y seleccionó la música con la misma facilidad con la que puede explicar “El trovador”.