'Papi', la novela controversial de Rita Indiana sobre la ausencia paterna | El Nuevo Siglo
Foto Montaje El Nuevo Siglo
Domingo, 17 de Septiembre de 2017
José Alejandro Londoño
Esta novela, escrita por una de las promesas de la literatura latinoamericana, desborda en la fantasía de lo que es el imaginario de padre y reflexiona sobre la necesidad del hombre para el porvenir latinoamericano.

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EL PADRE, la Patria y la Ley pueden representar la falta y el deseo en Latinoamérica. No digo que no haya padres ni patrias ni leyes debajo de los Estados Unidos, sino que de Argentina a Colombia, y luego a Haití  y  a Puerto Rico, muchas vidas son narradas unas veces huérfanas, otras en destierro y otras sin garantías.

Sobre los suelos de América Latina, popularmente se ha dicho, los padres están ausentes, las vidas valen poco y los pobres no tienen patria. El hambre, cantarían Rita Indiana y Los Misterios, tiene hambre. En tal lógica, dispersas y caóticas fuerzas intestinas, ausentes para nuestro bienestar y encarnizadas entre sí, se enfrentarían para ordenar el mundo, para controlar los barrios, para obligar la ley, y para producir niños. El hambre tiene hambre. Habría sueños con dólares y poder, sueños con vivir en los EEUU, fantasías con lo imposible.

Evidentemente hay océanos de más experiencias y voces que puedan también representar a Latinoamérica y sus sueños de otras maneras. Unas y otras versiones dan cuenta de nosotros mismos. Hay las que son iguales, las que son diferentes y las que son ambiguas o contradictorias. Quizás unas experiencias o historias expresarán descontentos políticos.

Otras nos ayudarán para elaborar demandas hacia el futuro. Hay muchas historias que no se fundamentan en la obsesiva significación freudiana y edípica de las figuras familiares, y mucho menos en la figura del padre, que es metáfora de lo que nos comanda. Este, sin ser una persona en particular y sin ser el padre de cada quien, se entiende como instancias que creemos nos ayudarán a encontrar tranquilidad: digamos la escuela, la ley y el buen trabajo.

La segunda novela de Rita Indiana, Papi, se sitúa en la muy repetida historia de la falta traumática del padre. Se ubica en la neurosis de un mundo alterado por las prácticas de la hombría y sus maneras de determinar abandonando. 

¿Quién es papi en esta historia medio huérfana? Es el imaginario de la riqueza, del desarrollo, del poder e incluso  de la religión en Santo Domingo. Es un hombre que normalmente está por fuera viajando. Nos tiene abandonados, como a Cristo en la cruz. Su fortuna es incontable, y se sabe que es violento y que trae de los Estados Unidos con lo que se sueña y todo lo que puede ser soñado en nuestras inagotables añoranzas. Su presencia es el control de los días, y asimismo también puede ser la destrucción.

Los días normalmente pasan esperándolo porque falta y porque es un recuerdo que nos marcó, pues se nos figuró como el posible orden nunca realizado, como la promesa de lo imposible. Cuando viene hemos de recibirlo y estar dispuestos a servirle, ya que nuestra supervivencia pende de él. Ya que es la Providencia.

Cuando él llega los distintos objetos del mundo, o mejor digo las excesivas mercancías del universo, aparecen para deslumbrar por ser las mejores. Vienen electrodomésticos de los más grandes y brillantes. Son los más valiosos. Hay carros, camionetas de lujo y bebidas alcohólicas más caras que los salarios de los empleados de papi.

Hay prendas para vestir de todo tipo, con lagartos Lacoste, con caballos Polo, con todo. Hay collares y perfumes que exhiben vidas privilegiadas. Él tiene más dólares que cualquiera.

Necesitados, todos están necesitados en la novela menos el padre, una figura más soñada que carne real de vida. El padre es la imagen de la necesidad.  El libro, divertidísimo y carnavalesco a lo bajtiano debido a  sus rasgos transgresores, puede ser interpretado como un testimonio de la crisis de la masculinidad, como una gran burla de lo decadente que es el poder de la hombría, y como un cuestionamiento al vacío que sustenta el juego de la política en República Dominicana y, me atrevo a decir, en Estados Unidos. El don del libro, el gran señor, es un narcotraficante.

Jacques Lacan, famoso psicoanalista francés, en diálogo con Sigmund Freud, representó a lo que nos manda, define y hace obedecer como un virilidad simbolizada ausente. La razón es que, según él, la fuerza de los valores actuales, la fuerza de la ley y la fuerza del poder pueden representarse con el imaginario de algo que nos hace creer que su presencia es real, aunque en realidad no sea sino una falta, una castración, algo plasmado violentamente en nuestro inconsciente.

La condición humana sería para él la condena de acabar aferrado a interminables cadenas del deseo sin satisfacción. Sería un configurarse como sujeto en medio de la suposición de una autoridad solo real en la neurosis de nuestros traumas. La virilidad simbolizada se comprendería como el orden simbólico o la ley o el sistema de los valores sobre el que depositaríamos y constituiríamos nuestras vidas. Su materialidad no sería Real. Lo Real no tiene equivalencia en lo simbólico.

En la novela de Rita Indiana, Papi, el mundo se define y ordena y desbarata en un orden simbólico en función de papi. Pero como la representación de papi es tan absurda y fantasiosa y fuera de lugar, se subvierte al padre como el orden simbólico, revelándose entonces lo posible que es darle un giro a su ley, lo factible que es no pararle atención a aquello que se presenta como ley y tradición.  Tal obsesión de fijar lo tradicionalmente del padre en el mundo cuando este no es sino su ausencia no es sino una esquizofrenia inconveniente, un obedecer a lo irreal y patético.

Lo tradicionalmente masculino se expresa, entonces, como un peso, como una carga. Del libro uno podría llegar a preguntarse sobre el amor. ¿Podemos llamar amante a quien abandona y guarda mucho cariño en su corazón? Tal vez la definición de amor justa es la que incluye el reconocimiento por el otro y su deseo, el esfuerzo porque el otro también crezca, el respeto del otro, y el cuidado tanto del otro como de uno mismo. Un amor que maltrata, un amor que abandona, un amor de papi que abusa no es un verdadero amor.