Violín al rojo vivo | El Nuevo Siglo
Lunes, 8 de Septiembre de 2014

Por Emilio Sanmiguel

Especial para EL NUEVO SIGLO

 

Yo también, como miles de colombianos, me desayuno con Julio Sánchez Cristo, me informo de lo que hay que saber para salir a la calle, me divierto, naturalmente, me encanta el coraje de Camila Zuluaga y echo de menos a Yamid Palacios, que llegó a ocupar el espacio que dejó huérfano Félix de Bedout.

Me divierto, me informo y generalmente me escandalizo de ver en manos de qué personajes cayó este país.

Recientemente el tema del día fue la cultura a raíz de las consejas que se tejen alrededor del nombre del director belga Paul Dury, y su pertinencia como director invitado, entiendo que muy frecuente, de la Orquesta Sinfónica Nacional, la misma que vino a intentar reemplazar la Sinfónica de Colombia, que el presidente Uribe borró de un plumazo.

La nueva Sinfónica Nacional, para decirlo sin rodeos, no ha conseguido ni de cerca llenar el vacío que dejó la desaparición de la Sinfónica de Colombia que, también hay que decirlo, era una orquesta irregular y de altibajos, más por culpa de la burocracia cultural -léase Colcultura en el pasado lejano y el Ministerio de Cultura en el menos lejano- pero también fue una protagonista indispensable de la historia musical de este país. No hay que ser un genio para saber que si los burócratas de la Cultura hubieran tenido al menos la precaución de entregar la orquesta a buenos directores -administrativos y artísticos- la historia habría sido otra.

 

La polémica

Salieron a bailar en la mañana de La W toda suerte de personajes, porque el tema cultural, y el musical en particular, desatan pasiones más intensas que las de la Sonata Patética, y eso está bien.

Como bien se sabe, en realidad la nueva Sinfónica depende fundamentalmente de los recursos que le entrega el Ministerio: el 70%, cifra que no se compadece, desde luego, con lo que reciben las demás orquestas del país, asunto que la ministra conoce en carne propia, por sus relaciones directas en el pasado con la Filarmónica de Cali.

Bien por la polémica, y bien por el hecho de que haya sido un tema cultural  protagonista de la mañana W.

La gran sorpresa de la mañana, para el suscrito desde luego, corrió por cuenta de la doctora Claudia Franco, gerente de la Sinfónica. Ya se sabe que salir al aire en la W vuelve loca a la gente -Julito, no me cuelgue por favor- y que por esos minutos de gloria más de uno se ha precipitado al abismo.

La doctora Franco no fue la excepción. Fascinada en su discurso resolvió emprenderla contra el violinista Federico Hoyos, una figura de sobra conocida en el medio musical de Bogotá, en el pasado fue miembro de la Sinfónica y hoy en día director de la Orquesta de Cámara Juvenil de la Filarmónica de Bogotá. En palabras de la gerente, Hoyos, que acaba de hacer declaraciones sobre la situación de la Sinfónica “fue desvinculado de la entidad y fue indemnizado en su salida; además, por sus calidades musicales no se sostuvo dentro de la entidad, y eso es lo que le arde”. Bueno, se sabe de sobra que lo que motivó la salida de Hoyos fue su mala manía de expresar su inconformismo sobre ciertas situaciones artísticas de la institución: un personaje incómodo.

Una declaración en extremo temeraria lanzada en un medio periodístico de altísima audiencia, y en extremo imprudente por provenir de un personaje cuya preparación musical es, para decir lo menos, precaria o inexistente: abogada de profesión, su palmarés no registra en el pasado un nexo siquiera medianamente considerable con el mundo de la música… ¡o con el de la cultura!

Exactamente lo contrario del violinista Hoyos, que exhibe en su hoja de vida hasta el diploma del Conservatorio Tchaikovski de Moscú, cuya importancia internacional y nivel de exigencia musical seguramente ella desconoce.

Flaco favor le hizo, de paso, al director Dury, el personaje en el centro del huracán de la polémica, un egresado del Real Conservatorio de Bruselas y extitular de la Filarmónica del Valle a quien calificó como un músico idóneo “para conciertos más del género popular que del género clásico”, a quien, por cierto le vi dirigir con éxito hace unos años La serva padrona de Pergolessi en el Teatro Municipal de Cali… una obra no propiamente del “género popular”.

A la final, la pregunta no es otra que: ¿Cómo llega la antigua secretaria de Obras Públicas y de Tránsito de Bogotá a la dirección de la Orquesta Sinfónica Nacional?

CAUDA

Debo aclarar que no conozco personalmente al violinista Leonardo Federico Hoyos, sí sé de su trayectoria, demasiado amplia para registrarla en esta columna.