En laCuba de los años 40 y 50, mientras los escenarios del país se llenaban por cuenta de las mejores orquestas, para los jóvenes que soñaban con ser artistas la única opción era ‘pesetear’ en bares y calles con su talento.
Así empezaron tres de las figuras más representativas de la música cubana: Amparito Valencia, la vedette y reina de la rumba; el bolerista Héctor Téllez; y Rolando Verdés ‘Peligro’, uno de los soneros más aclamados.