Miguel Ángel Rodríguez se quedó con la plata | El Nuevo Siglo
Cortesía
Domingo, 28 de Julio de 2019
Alejandro Munévar*

La raqueta número uno del squash nacional, Miguel Ángel Rodríguez, no logró ganar la medalla de oro panamericana en Lima. Su cara denotaba la decepción y la frustración. Había jugado contra todo y contra todos, el público en contra, un juez que falló en algunas decisiones, una cancha construida para que el local se sintiera más cómodo, al final lo entregó todo pero simplemente a veces las cosas no se dan.

Detrás de cada victoria y o derrota hay siempre una o más historias que contar, en este caso será la de Connie Forero, la mamá de Miguel Ángel, quien sufrió, gritó, alentó y al final aplaudió en la tribuna cada uno de los esfuerzos de su hijo. EL NUEVO SIGLO, acompañó a la madre del mejor exponente del squash nacional a ver la final panamericana.

Las puertas del escenario principal se abren. En la zona vip se ve a Connie junto al presidente de la Federación Colombiana de Squash, Pablo Felipe Serna. Se nota la emoción en el ambiente, que por cierto es adverso hacía los colombianos. Miguel Ángel se mide contra el local Diego Elías, hay una confusión en la zona VIP, la gente se mueve de un lado para otro, a la mamá de Miguel Ángel la sacan y la mandan a la tribuna en donde han venido acomodando a la prensa.

Cuando llega está notablemente estresada, normalmente la dejan quedarse atrás de su hijo, este día será la excepción, cuando se percata de nuestra presencia saluda efusiva, casi aliviada, como si encontrarse con una cara amiga le diera un bálsamo de tranquilidad, empezamos a hablar y comenta que el frío de las canchas ha venido afectando el juego de Miguel, que el clima de la ciudad no ha sido el mejor y que la organización ha sido nefasta, todas y cada una de sus afirmaciones eran una verdad tras otra, esperábamos que apareciera Miguel Ángel en escena, finalmente lo hace, su madre se emociona y empieza a detallar cada uno de los movimientos de su hijo en el camino a la cancha, es un ritual que los dos tienen.

Miguel llega trotando para entrar en calor y porque en los últimos dos partidos que ganó entró trotando, saluda a su padre que está en la zona técnica, como lo hizo en los dos encuentros anteriores, entra a la cancha pisando primero con el pie derecho, como le había contado a este Diario hace unos meses, los ejercicios de calentamiento fueron los mismos que en otras oportunidades, mientras esto sucede le vamos diciendo a Connie cada cosa que vemos y ella apenas asiente con una sonrisa, sabemos de su ritual, de sus costumbres, pero algo notamos, Miguel cambió de zapatos, lo mencionamos, ella lo sabe, pero prefiere hacer caso omiso a la advertencia, al final el trabajo, el esfuerzo y la dedicación pueden más que una superstición.

Comienza el partido, Miguel se va atrás en el marcador, su madre quisiera decirle que está fallando a la hora de bloquear, que él sabe que a los jugadores altos hay que hacerlos llegar tarde a la cuadricula, pero hoy no puede hacerlo, está muy lejos de su puesto habitual, sufre, reza, se tapa los ojos y suspira cuando Miguel con finura y esfuerzo llega a pelotas casi imposibles.

Rodríguez pierde el primer set, pero en el segundo se compone y gana, nos ilusiona, da un aire de tranquilidad verlo concentrado y enfocado, sin embargo, empieza a fallar, el rival peruano se aprovecha de que el colombiano va prácticamente a muerte por cada pelota y vuelve lo que ha sido siempre una virtud de Miguel en un defecto, hay desesperación en la zona técnica, pero Connie está ahí sentada, impoluta, sabe que Miguel está arriesgando demás, que su hijo tiene con que remontar y ganar, pero también que si sigue arriesgando va a perder.

En el tercer set con un 10 a 10 alguien le dice, hoy ganamos, ella en vez de asentir que era lo que quería hacer decidió ser sincera y decir hay que esperar, no veo tan claro el camino de la victoria.

Va llegando el final del último set, Miguel está peleando cada bola como si su vida dependiera de ello, va abajo en el marcador, una pelota para el partido y pierde, sale desfigurado del campo se sienta al lado de su padre que lo consuela, su entrenador se para frente a él para evitar que las cámaras le enfoquen mientras sufre en silencio la derrota, su madre en cambio en la tribuna aplaude y agradece por la compañía, por la fuerza y la barra que le hicimos a Miguel, sabía que era difícil, hoy simplemente no se dio dice mientras que una horda de peruanos saltan como locos a nuestro alrededor.

Connie sabía que Miguel podía perder si seguía arriesgando, supo también que algo andaba mal con los zapatos y que el cambio de raqueta solamente podía significar que el número uno del país no se encontraba en la fría cancha peruana, sin embargo hay gallardía y honestidad en el juego y tanto ella como Miguel reconocieron la derrota, eso sí madre e hijo dijeron los mismo, quedan dos medallas en juego y al menos una tiene que ser un oro.