Envilecen democracia urbana | El Nuevo Siglo
Miércoles, 26 de Diciembre de 2012

*Crecen los malos manejos

*La corrupción debilita el sistema

 

En  varias ciudades del país uno de los factores más perniciosos de la mala administración consiste en que los diversos funcionarios que son elegidos, en vez de proseguir con las buenas obras y proyectos de sus antecesores lo primero que hacen es descartarlas o dejarlas abandonadas, por el prurito dizque de hacer obra propia. Lo cual  encarece los proyectos, contribuye a que se empleen mal los recursos, se anulen esfuerzos ambiciosos, fracasen o se terminan a medias. En la actualidad se da el fenómeno  de que las empresas contratistas de obras públicas tiendan a tener más abogados a su servicio que ingenieros. Eso es algo que llama  la atención, el asunto tiene varias explicaciones; según los interesados, la administración suele cambiar las reglas de juego sobre la marcha por tanto es preciso litigar para evitar que lesionen los intereses del contratista. La otra, de las muchas trampas que se conocen, es que para ganar licitaciones se presentan proyectos más baratos que la competencia; y, después, con la connivencia en ocasiones de los administradores corruptos, alegan nuevos incidentes y motivos para encarecer el proyecto. Como por arte de birlibirloque litigantes expertos en esquilmar los fondos estatales consiguen retorcer la ley, para favorecer a sus clientes e invertir la relación administración-democracia, al corromper a los funcionarios y poner el Estado no al servicio de la sociedad, sino de los contratistas. Y el arbitraje ponzoñoso se convierte en arma predilecta para engordar las alforjas.

El Estado es capturado por  contratistas y politiqueros que interponen recursos a favor de la corrupción, lo  ordeñan  de manera despiadada con la exclusiva finalidad de engordar las alforjas de quienes se  adueñan de los feudos podridos de la administración municipal. Los agentes de la corrupción cuentan con un ejército de relacionistas y elementos venales, que se mueven en torno de los funcionarios para conseguir sus objetivos. En sus computadores siguen el monto y las características de los contratos, lo que pueden conseguir según las comisiones que se repartan, los materiales que empleen y el tipo de trabajo que se ejecute. Existen cientos de carreteras en los mapas viales de Colombia, en los que figuran como obras realizadas y en servicio, algunas que no existen sino en el papel. Sin importar que los propietarios de los terrenos aledaños hayan pagado el respectivo tributo de valorización. Al sumar los miles y miles de millones que se han malgastado por los funcionarios cómplices de la corrupción se entiende mejor cómo es posible que en cierta forma en infraestructura en algunas zonas sigamos tan atrasados como en los primeros tiempos de la República.

La lucha contra la corrupción en las ciudades es de las más complejas y arduas, las redes de la complicidad según las circunstancias cambian de nombre, de sistema, se las ingenian para recurrir a los más sofisticados  métodos de saquear el erario en la impunidad. Cuentan con expertos en finanzas que organizan empresas para el blanqueo de los dineros, las que  contratan las alcaldías en distintas zonas del territorio nacional, para  organizar y maquillar las cuentas de tal manera, que ni los funcionarios mas avezados de los organismos de control consiguen descubrir los desfalcos y malos manejos. La impunidad se garantiza con expertos en no dejar huella,  quienes cubren a los que deslizan sus sucias garras por los fondos de la administración. La sociedad perpleja, desorganizada, dividida, descriteriada, no entiende lo que pasa, parece indefensa frente a los que asaltan los dineros del público. En tanto, esos mismos contratistas aceitan las  maquinarias electorales con jugosas sumas que les permiten mantener descomunal  control de la administración pública citadina. Eso explica que individuos anodinos, vulgares tataretos sin proyecto, ni afán distinto al de lucrarse, se apoderen de las urbes o pongan un firmón al frente de la administración.

Recién aprobada la elección popular de alcaldes surgieron varios dirigentes cívicos a lo largo y ancho del país, como José Pardo Llada en Cali, Antanas Mockus en Bogotá y otros muchos en diversas ciudades, así como gentes nuevas que ingresaron a la política. El mismo Andrés Pastrana encabezaba una fuerza multipartidista que le permitió ser elegido el primer Alcalde popular de Bogotá. En Medellín surgieron otros. La iniciativa de Álvaro Gómez consiguió renovar y fortalecer la democracia municipal. Hasta que las camarillas, los politiqueros  y los contratistas corruptos, encontraron la manera de saquear impunemente los fondos de las ciudades, controlar los concejos, atraer a los funcionarios de organismos de control y montar formidables maquinarias electorales con el único fin de elegir concejales, representantes y sanadores nacionales que reparten miles de millones y así perpetuarse en el poder. Son los que desde la sombra degradan y envilecen la política, dejando que como líderes fugaces figuren los firmones.