Isabel II, un símbolo de estabilidad en mares agitados | El Nuevo Siglo
Archivo AFP
Jueves, 8 de Septiembre de 2022
Agence France Presse

La reina Isabel II, que murió este jueves a los 96 años, fue un símbolo de estabilidad y continuidad en medio de grandes crisis como la pérdida del Imperio británico o los múltiples escándalos de la familia real.

Isabel Alejandra María II nació en Londres el 21 de abril de 1926. Cuando ascendió al trono en 1952, con sólo 25 años, Winston Churchill era primer ministro, India acababa de conseguir su independencia y el Reino Unido todavía gobernaba en partes de Asia y África.

Desde entonces, se convirtió en un símbolo de estabilidad que pasó a través de la desintegración del imperio, la Guerra Fría, los cambios sociales de la posguerra, los felices años 1960, la llegada de la era digital y la complicada salida británica de la Unión Europea.

Los tiempos cambiaron y la popularidad de la monarquía sufrió altibajos, pero la reina fue siempre una figura popular, posiblemente la mujer más reconocida del mundo.

El deber ante todo

"Para ella, ser reina es un gran papel, mayor que ella", explicó a la AFP Kate Williams, autora de "La joven Isabel: la creación de una reina", cuando se cumplieron los 60 años de su reinado en 2012.

Entregada estóicamente a su deber, dejó raramente entrever sus emociones y jamás sus opiniones. Políticamente neutral por obligación, nunca se supo por ejemplo qué pensaba del Brexit, concretado finalmente en 2020 tras cuatro años de crisis política que dividió a su país.

Pero en una rarísima falta a su habitual discreción, a pocas semanas de la celebración de la cumbre climática COP26 en Glasgow el micrófono de una cámara de televisión la captó expresando su irritación con los líderes mundiales que "hablan" del calentamiento global "pero no actúan".



Cuando en abril de 2021 la muerte de su esposo, Felipe, dejó "un enorme vacío" en su vida, apenas pareció verter una lágrima, sin embargo su estado de salud empezó a degradarse muy rápidamente poco después.

Muy creyente y ahorradora pese a su enorme fortuna, quedó sola para afrontar el ocaso de su reinado y capear los escándalos de una familia real muy dada a ellos.

Apodada "Lilibet" por su familia, nació siendo tercera en la línea sucesoria al trono tras su tío Eduardo y su padre Alberto.

Pero se convirtió en heredera cuando su tío abdicó siendo ya rey para casarse con la divorciada estadounidense Wallis Simpson, y su padre le sucedió como Jorge VI.

Fue criada por institutrices en el palacio de Buckingham. Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, a los 18 años, se enroló en las Fuerzas Armadas como conductora.

En un mensaje que dirigió al país cuando cumplió 21 años, declaró: "Mi vida entera, sea larga o corta, estará consagrada a vuestro servicio".

En noviembre de aquel año, 1947, se casó con su primo tercero, Felipe, que debió renunciar a sus títulos de príncipe de Grecia y Dinamarca. Tuvieron cuatro hijos: Carlos (1948), Ana (1950), Andrés (1960) y Eduardo (1964).

Isabel estaba en Kenia cuando su padre murió en febrero de 1952. Su marido le comunicó la noticia y volvieron inmediatamente al Reino Unido.

Fue coronada el 2 de junio de 1953, en la primera entronización retransmitida por televisión.

Llegó a ser la jefa de Estado de 32 reinos, una cifra que se redujo a los 14 de la actualidad, incluyendo el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.

- Del "annus horribilis" al Megxit -
Era una figura inmediatamente reconocible por sus sombreros, sus bolsos y sus vestidos coloridos. Pero lo más discreta posible sobre su vida, de la que apenas se conocían sus aficiones por los perros de raza corgi y por los caballos que cabalgaba aún hace unos años, con su característico pañuelo atado a la cabeza.

En 1992, "Annus Horribilis" en sus propias palabras, estallaron los matrimonios de sus hijos Carlos, Ana y Andrés, y ardió su querido castillo de Windsor.

Pero fue peor en 1997 la muerte de Diana, ya divorciada de Carlos, que estuvo a punto de romper el afecto de los británicos por una soberana que apareció fría y distante.

La reina terminó por rendir homenaje a la "princesa del pueblo" y poco a poco, la imagen de la monarquía se recuperó.

Las bodas de sus nietos Guillermo, en 2011, con Catalina, y Enrique, en 2018, con Meghan, modernizaron la imagen de la familia real británica y propulsaron su popularidad a nivel mundial.

Pero pronto volvieron los escándalos.

En 2019, Andrés, considerado su hijo favorito, avergonzó a la familia por su amistad con el financiero estadounidense Jeffrey Epstein, acusado de explotar sexualmente a menores. Una de ellas, Virgina Giuffre, afirmó haber sido forzada a mantener relaciones sexuales con Andrés cuando tenía 17 años. Él lo negó pero se vio obligado a retirarse de la vida pública.

Después, ante la amenaza de un juicio civil en Estados Unidos por agresión sexual a menor, en 2022 fue privado por la reina de sus honores militares y dejó de utilizar el título de Alteza Real.

Entre tanto, en 2020, Enrique abandonó la monarquía y se mudó a California con Meghan, en lo que la prensa dio a conocer como "Megxit", por comparación al Brexit.

Desde allí acusaron a la familia real de ser insolidaria y racista, llevando a la reina a tener que gestionar una nueva crisis institucional, poco antes de que en octubre de 2021, con 95 años, comenzara a debilitarse su estado de salud.