Los tres ‘cisnes negros’ que siguen chapaleando en el mundo | El Nuevo Siglo
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Domingo, 27 de Noviembre de 2022
Giovanni Reyes

Aunque todos deseáramos expresar algo diferente, la verdad es que tenemos tres crisis que casi en simultáneo nos están afectando. Lo más inmediato es la aún no superada situación crítica del covid-19.  No obstante tener vacunas, todavía debemos enfrentar la presencia y la amenaza de nuevas variantes del virus.

Además de esta condición no resuelta del virus, tenemos la crisis económica con su impacto de inflación, inestabilidad cambiaria y monetaria, con sus problemas en las cadenas de suministros. Y terminando el cuadro está la grave amenaza del cambio climático y del calentamiento global.

En general la dinámica a la que nos enfrentamos es de excepcionalidad.  Es un “cisne negro” que nos amenaza y que está poniendo a prueba el entramado y la capacidad de nuestras instituciones. Todos quisiéramos que fuesen los mecanismos de mercado los que nos resolvieran esto, en especial a partir de tres componentes: (i) asignación más eficiente de recursos productivos; (ii) estandarización de la tecnología; (iii) promoción de libre competitividad; condiciones en donde las empresas fueran “tomadoras de precios”.

Pero no es esa la situación. De allí la importancia de controlar los efectos no deseados de la crisis, las externalidades negativas, y la promoción oportuna -en muchos casos- de bienes y servicios públicos.  Es allí en donde las instituciones tienen un papel crucial en el desempeño social y político de los países.

En tal sentido, se tienen diferentes respuestas institucionales por parte de las naciones. Por un lado, están los países emergentes, incluyendo a América Latina y el Caribe que en general, venían desmantelando sus instituciones en nombre de políticas neoclásicas y por ello deben enfrentar ahora, sólo con las manos, al tiburón de la pandemia. Un segundo grupo, estaría conformado por países desarrollados que, como mínimo, erosionan sus instituciones, sin llegar a extremos que serían intentos suicidas. Es desafortunado, allí está el caso de Estados Unidos.

Finalmente, una tercera agrupación estaría constituida por países que consolidan entidades en medio de la actual pandemia.  Situación de países asiáticos incluyendo China. En estas naciones ayuda la cultura que se practica, muy poco propicia a consentir negligencias en el cumplimiento de los acuerdos.

El actual caso europeo es llamativo. Se trata de una propuesta con resultados de amortiguamiento, con un papel muy importante del Estado y la sociedad civil.  Aunque tiene ribetes discutibles, la situación europea se ubicaría en la tercera agrupación ya descrita y a partir de allí se pueden inferir valiosas lecciones sobre manejo de estos “cisnes negros”.

 La dinámica actual europea implica un notable estímulo para las organizaciones productivas. Europa lo está promoviendo y con ello demuestra uno de los preceptos clave de la corriente del neoinstitucionalismo: existen ocasiones en las cuales el mercado no lo resuelve todo, se requiere del Estado, de las instituciones, para poder impulsar más efectivamente, asignación de recursos y promoción del bienestar. Estos últimos rasgos buscan promover con mayor efectividad los sistemas de mercado.

De manera específica, Europa aprobó no menos de 750,000 millones de euros a fin de promover la reactivación económica. De ese total, 500,000 millones constituyen fondos de subvención -principio de la subsidiaridad del Estado. Por otro lado, 250,000 millones serían destinados a préstamos.



Se trata de aplicar métodos que deben ser adaptados creativamente. Uno de los aspectos a resaltar, es que se trata de una resolución sin precedentes.  Es la primera vez que se otorgan fondos -en tal cantidad- de “apalancamiento social” de naturaleza subsidiaria, a fin de amortiguar, como mínimo, la crisis actual.

Con ello, Europa está tratando de que los esfuerzos de integración puedan tener mayor efectividad, que puedan ser sentidos por los ciudadanos de a pie en los diferentes países.  Con esto, desde luego, se le sale al paso a los catastrofistas y a quienes hacen alarde de posiciones tan de corto plazo como populistas.

Europa trata de concretar coyunturalmente y de rescatar en lo estructural, los rasgos esenciales del proyecto comunitario, con todos los esfuerzos que históricamente, esto ha implicado. Se retoma aquí la Declaración Schuman, contenida en el memorable discurso del Ministro de Exteriores francés Robert Schuman (1886-1963) el 9 de mayo de 1950.  De allí la observancia de los 9 de mayo como Día de Europa.

En esa declaración se puntualizan las bases para que esencialmente, Europa pueda: (i) contribuir efectivamente a la paz mundial -principio también inspirador de la Organización de Naciones Unidas y su inicio oficial el 24 de octubre de 1945; (ii) coadyuvar al desarrollo económico y social del mundo; (iii) promover y fortalecer procesos políticos de integración entre las diferentes naciones; y (iv) consolidar la secuencia de la integración mediante resultados económicos y sociales para la población europea.

Regresando a las medidas europeas para la presente crisis, es cierto que hay un monto importante para préstamos. Lo que se busca es que los estímulos en los diferentes países -en unos más golpeados que otros- permitan dar liquidez financiera de manera inmediata.  Como se sabe, un estímulo a la demanda debe consolidar la capacidad productiva. De no hacerlo se generarían presiones inflacionarias.

Es de insistir: en medio de todo esto, las lecciones desde Europa son alentadoras. A pesar de todo hay esperanzas, perspectivas que contrastan con los estrafalarios y trágicos manejos que de la pandemia hacen populistas de diferentes coloraturas.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor Titular, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario

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