Tradicionales y complejas divisiones distancian a los británicos y europeos | El Nuevo Siglo
La campaña por el Brexit era emocional, mientras que permanecer dependía de un análisis de las posibles ventajas económicas.
AFP
Domingo, 20 de Diciembre de 2020
Sebastián Camilo Reyes*

El abandono por parte del Reino Unido de una de las instituciones supranacionales e intergubernamentales más significativas y con mayor visibilidad para la sociedad internacional, como lo es la Unión Europea, ha generado gran polémica y controversia. Muchos académicos, analistas, políticos e incluso figuras públicas, se han cuestionado el Brexit, entre ellos, Noam Chomsky, quien en el libro “¿Dónde vas, Europa?”, ya planteaba análisis críticos sobre una posible descomposición de la integración europea.

Actualmente, en medio de la pandemia del covid–19, reina la incertidumbre y la fecha del 1 enero del presente año, en la que se puso en marcha oficialmente el Brexit, genera más dudas que certezas.

En el marco del acuerdo, las dinámicas que se producirán serán significativas y de alto impacto, tanto para actores privados, como para las mismas instituciones gubernamentales e interestatales, sobre la prospectiva de las relaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea.



De hecho, se pueden identificar tres aspectos imperantes que aparentemente imposibilitarían un consenso entre ambos actores. Primero, los límites fronterizos, en especial con Irlanda; segundo, monopolios, oligopolios y la competencia monopolística y desleal; y tercero, el deseo de la Unión Europea de conservar el acceso a las aguas pesqueras británicas, en especial de los pescadores galos.

El problema en las negociaciones tiene un particular origen en la desconfianza por parte de la Unión Europea hacía el Primer Ministro del Reino Unido, Boris Johnson, desde la premisa que el Brexit se ganó gracias a una campaña de noticias falsas y posverdades, además por el proyecto de ley de mercados internos, el cual fue presentad por parte de Johnson de manera unilateral y arbitraria. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, de hecho, afirmó: “la confianza es buena, pero la ley es mejor”.

Otro de los temas de gran complejidad, son las recientes elecciones en Estados Unidos, donde el presidente electo, Joe Biden, se comunicó con su par del Reino Unido condicionándolo al cumplimiento del Tratado Belfast, a través de las negociaciones con la Unión Europea, ya que si este último no cumple no podría optar por un acuerdo económico con la nación norteamericana.

A lo anterior, se suma la voz de Von der Leyen, la cual señala que las decisiones de Johnson minan el Acuerdo de Viernes Santo, poniendo en riesgo uno de los garantes sobre la finalización del conflicto de Irlanda del Norte. A lo anterior, se agrega que Biden, quien tiene ascendencia irlandesa, respalda esta garantía. Algunos analistas apuntan que su elección garantiza que el Primer Ministro del Reino Unido se comprometa a llegar a un acuerdo con la Unión en relación con Irlanda del Norte.

Barrido histórico

En 1975 una de las apuestas por parte del Partido Laborista fue la salida de la Comunidad Europea, no obstante, esta iniciativa no prosperó, ya que el referendo de forma contundente recalcaba la aceptación por parte de los británicos para continuar en el proceso. Para 1983, se dio otro intento para llevar esta iniciativa de retiro en el marco de la elección general, sin embargo, la derrota decisiva en ese proceso electoral llevó a los Laboristas a considerar su posición.

Lo anterior, generó que, bajo la influencia de Margaret Tatcher, se diera el mantenimiento de la libra esterlina, las reducciones en los aportes fiscales del Reino Unido a la comunidad europea, el precepto de mantenerse como isla, evitar un poder central en Europa, todo esto concatenado en el euroescepticismo, como una proclama.

En 1993 se dieron progresos significativos en los procesos de integración con la Unión Europea, pero, paralelamente se gestaban movimientos políticos neófitos con un profundo escepticismo sobre la integración europea, entre estos, se pueden identificar al partido UK Independence Party, paradójicamente logró dos escaños en el parlamento en 2014, y el partido del referendo.



Este movimiento político logró generar una enorme presión, sumada a otras demandas por parte de algunos sectores conservadores como las políticas migratorias, cuestión que el Primer Ministro de aquel momento, David Cameron, materializó a través de un referendo en junio del 2016 en cuanto a la salida del Reino Unido de la Unión Europea, donde el Leave ganó con 17’410.742 votos, el 51,9%, superando de forma decisiva al Remain con 16.577.342 votos, el 48,1%, lo cual desde el punto de vista financiero repercutió en una caída de la libra esterlina frente al dólar, de 1.50 a 1.32 el lunes siguiente (un 13,77%), además de la caída del índice bursátil de referencia de la Bolsa de Valores de Londres de 6.338 a 5.298 (19,63%).

Posteriormente al resultado del referendo, David Cameron dimitió, reemplazando prontamente por Theresa May, la cual también abdicaría en junio del 2019 dejando el puesto a Boris Johnson, quien luego de triunfar en una nueva elección general el 12 de diciembre de 2019, logró convertirse en Primer Ministro de Inglaterra a través de su baluarte en la implementación del Brexit.

¿Por qué ganó?

Mario García y Liliana Chicaíza, profesores de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia, argumentan que para el Reino Unido y la campaña del Leave por el Brexit se hizo hincapié en emplear el temor a la inmigración y al islamismo, mientras que la campaña por el Remain se ocupó de recalcar las ventajas económicas objetivas de permanecer en la Unión Europea. En otras palabras, la campaña por el Brexit era emocional, mientras que la campaña comunitaria dependía de que los ciudadanos hicieran un análisis racional de las ventajas de permanecer en la Unión Europea.

Asimismo, ambas campañas, acudieron a estrategias como el uso de bots para influir en las redes sociales, especialmente en Twitter, y esto distorsionó los niveles de visibilidad, posicionamiento y favorabilidad: con un 52% del uso de hashtags favorecía al Brexit, frente a un 15% que asistía al Remain. En ese sentido, se trató de una estrategia para replicar mensajes que ya estaban marchando, para lo cual, Twitter habría jugado el papel de megáfono en la campaña.

Por otra parte, el componente cultural y de identidad fue crucial en el Brexit, ya que uno de los resultados hace eco en que los votos por el Leave fueron esencialmente rurales, en gran medida en contra de los valores del cosmopolitismo londinense, que abarcan la pertenencia a una comunidad humana plural y diversa que garantice los derechos a esta comunidad. Otro hecho paradójico se concentra en que el Brexit fue favorecido más en Inglaterra, mientras que la permanencia obtuvo mayoría en Escocia.

En ese orden de idea, otro aspecto relevante es que pese a que el Reino Unido fuera parte de la Unión Europea, lo que se impartía en los cursos de historia era que el momento crucial de la historia inglesa era el enfrentamiento con los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Es decir, que, pese a que se hubiesen creado y ratificado unos acuerdos e instituciones de carácter formal, en cuanto al sentido de pertenencia europeo era nulo, cuestión que se puede reflejar incluso en las reservas por parte de Charles De Gaulle, el cual vetó dos solicitudes hechas por los británicos en 1961 y 1967.

*Profesor del programa de Ciencia Política. Universidad de San Buenaventura, sede Bogotá

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