Migración venezolana: retos éticos e institucionales | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Viernes, 24 de Enero de 2020
Carolina Fierro Valbuena*
La sociedad colombiana debe saber responder a ese fenómeno poblacional. Nueva entrega de la alianza de EL NUEVO SIGLO y la Procuraduría General

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Uno de los temas centrales del 2019 fue la migración de población venezolana a Colombia. Desde el 2018 el país se vió forzado a organizar una política nacional, asumiendo la reglamentación sobre la migración y la planeación de la misma como un nuevo fenómeno social que trae retos y oportunidades.

La migración de la población venezolana a Colombia constituye un reto no solo a las políticas nacionales, las leyes, la institucionalidad y la gobernabilidad del Ejecutivo y los gobiernos locales, sino que es un desafío adicional a los retos que, como sociedad desde el punto de vista ético, tenemos que enfrentar los colombianos. El país batalla aún con las pruebas derivadas de la firma de un acuerdo de paz, intentando superar la polarización política alrededor del mismo y lograr identificar los beneficios que, de alguna u otra manera, ese hecho político trajo para la sociedad.

Adicional a este reto que como sociedad enfrentamos desde finales del 2017, ciudades como Cúcuta, Arauca, Riohacha, Cali, Pasto y Bogotá comienzan a verse obligadas a responder a un fenómeno poblacional que, se podría decir, no estaba dentro del radar de ciudadanos y gobernantes. Ya en 2018 y 2019 el aumento del ingreso de población venezolana a las ciudades colombianas, la presencia de miles de estas personas vulnerables en las calles y la necesidad de ajustar las políticas y la normativa en cuanto a migración, llevó a que como sociedad nos empezáramos a cuestionar sobre este fenómeno y cómo enfrentarlo.

essSegún cifras de Migración Colombia, hasta el 31 de octubre de 2019 habían ingresado 719.189 ciudadanos venezolanos de forma regular y 911.714 de manera irregular. La respuesta institucional, política y social del país no se hace esperar ya que el fenómeno crece de forma súbita y su atención no da espera. En las distintas alcaldías de las ciudades involucradas con el tema, se crean planes de atención humanitaria para dar respuesta inmediata a necesidades en salud, albergue, alimentos y educación para los niños. Con respuestas como el modelo de atención al migrante en Bogotá, se confirma la concepción de Colombia como “país de puertas abiertas”. Hay, entonces, una clara demostración de sentimientos colectivos de generosidad, solidaridad y empatía por la población venezolana.

Alarmas

Ahora bien, es bien sabido por los expertos y estudiosos de fenómenos migratorios en el mundo que cada evento de estos trae consigo una detonación del sentimiento de fobia al extranjero, conocido como xenofobia. Colombia no ha sido ajena a esto, pues si bien las políticas del Gobierno nacional y los gobiernos locales han buscado ser concebidas desde las premisas de la atención, la solidaridad y la fraternidad, al igual que la respuesta de la mayoría de los ciudadanos, sí se presentan sentimientos de rechazo, cansancio, indiferencia e incluso de reclamo por la presencia de esta población en nuestro país.

A este fenómeno social referente a la población de la vecina nación, se suma la aparición de la aporofobia, término acuñado por la filósofa española Adela Cortina para describir a quienes experimentan un rechazo a las personas pobres o desfavorecidas. Esta situación aún es motivo de estudio por parte de la academia y los humanistas en Colombia dedicados al análisis de este tipo de fenómenos sociales. Esto porque antes no se manifestaba de manera directa y evidente el rechazo a personas en estado de vulnerabilidad, como sí se  comienza a presentar hoy con respecto a la población venezolana migrante.

Los retos

La migración de venezolanos a Colombia ha traído al país grandes retos que suponen un trabajo urgente y riguroso que pueda dar soluciones a corto plazo. Algunos de los más urgentes son:

  • Los retos institucionales: la legislación nacional debe responder con leyes sobre el tema que no solamente contemplen la atención humanitaria inmediata, sino también la visión del futuro de miles de familias que piensan en Colombia como su destino permanente. Los migrantes, en su mayoría jóvenes, traen consigo una nueva generación que en muchos casos nace en Colombia y muy probablemente crecerá en nuestro país.
  • Los retos en la cultura institucional: los decretos, resoluciones, leyes, circulares, normas y demás reglamentaciones sobre el tema de migración requieren  no solo de una actualización y de la capacitación permanente a quienes reciben a diario la población migrante, sino de la prevalencia de un trato humanitario con la misma.
  • Los desafíos a la ética pública y social: los habitantes locales se enfrentan a la prueba de organizarse como sociedad y acoger e integrar a esas nuevas personas, evitando aislarlas o, en caso extremo, excluirlas para que abandonen sus lugares de trabajo o vivienda temporal, estigmatizándolas como población negativa para la comunidad. La sociedad tiene la obligación ética de no discriminarlos.
  • Los retos frente a la filosofía y el diseño de políticas públicas: el Estado colombiano debe estudiar, analizar y entender los alcances y límites de la ayuda humanitaria. Se deben resolver preguntas tales como ¿Qué tanto debemos ayudar y de qué manera? ¿Cuál debe ser la duración de un programa de asistencia que suple necesidades básicas? ¿Hasta dónde puede llegar el Estado en su estrategia de ayuda humanitaria frente a la población migrante? ¿Qué retribución debe esperar el Estado? O, por el contrario ¿Esta ayuda debe responder a un principio de solidaridad ad infinitum?
  • Los retos a los medios de comunicación frente al cubrimiento y abordaje del fenómeno migratorio: hay que informar y comunicar sin estigmatizar, sin provocar y manteniendo una neutralidad que permita una genuina búsqueda de la verdad en las noticias relacionadas con este grupo de población vulnerable.
  • Los desafíos que enfrentan los nuevos alcaldes de ciudades impactadas por la llegada de familias venezolanas: la tendencia indica que los números van en aumento y se considera que es posible que durante los próximos dos años la cifra aumente a cuatro millones de venezolanos en Colombia.

Lo anterior nos muestra también que la migración es, sobre todo, una gran oportunidad para que tanto instituciones como ciudadanos demostremos la capacidad de respuesta a un fenómeno social desafiante para Colombia, que exige dar mucho más como sociedad. Si logramos estudiarlo, conocerlo, entenderlo y responder adecuadamente, puede convertirse en una oportunidad de creación de comunidad en la que los valores de los que tanto hablamos y queremos poner en práctica, finalmente puedan ser una realidad.

 

* Politóloga, Maestra en Gobierno por Johns Hopkins University. Ex Gerente del Plan de Atención al Migrante, Alcaldía Mayor de Bogotá.