Paradojas del modelo sanitario… | El Nuevo Siglo
Viernes, 4 de Junio de 2021

Recuperar el sistema de libertades

Acelerar empleo y productividad

A partir del próximo lunes el país entra en una nueva etapa en el plan de contingencia para enfrentar el covid-19. El objetivo es permitir una mayor reactivación social, económica, educativa, turística y cultural de los colombianos, buscando mantener y acrecentar el empleo, sin que ello implique en modo alguno que la crisis sanitaria haya quedado atrás. Por el contrario, no solo se está atravesando la fase más crítica del tercer pico de contagios y decesos, cuyos índices no había tenido Colombia, sino que la posibilidad de una prolongación sostenida es muy probable a raíz de las insólitas aglomeraciones de las últimas semanas.

De hecho, contra la decisión están muchos expertos en salud pública que consideran apresurado y riesgoso entrar ahora en esta nueva etapa, precisamente cuando la pandemia está en sus máximos históricos, con promedios de muertes por encima de 500 diarias. Ayer, por ejemplo, se reportaron 545 decesos y 28.624 contagios, las cifras más altas en quince meses desde que nos ha venido azotando la tragedia del coronavirus. Para los científicos no hay duda de que este es el resultado de la estela nociva dejada por las movilizaciones y el relajamiento de los protocolos de bioseguridad, en estas semanas de protestas y paro, así como en menor proporción por cuenta de la circulación de nuevas cepas.

Frente a ello, por supuesto, llama la atención que, justo cuando el país transita por el escenario más adverso de salud pública hasta este momento, se llegue de alguna manera por la puerta de atrás a una decisión de semejantes características, como esta etapa de reapertura. En efecto, no deja de ser paradójico que no se hubiera sopesado y mantenido el sistema de derechos y libertades esenciales en una democracia, recurriendo al más drástico encierro de los ciudadanos durante buena parte de 2020, con las obvias repercusiones en 2021.

Efectivamente, basta recordar cómo Bogotá inició el tema, con el simulacro de cuarentenas a rajatabla desde marzo del año pasado, cuando las cifras epidemiológicas no se asomaban ni a un mínimo a las de hoy. Y de allí en adelante la importación del modelo autoritario de la China se dio por descontado, en vez de proceder a un adecuado y rígido método de bioseguridad y distanciamiento que hubiera evitado la quiebra de infinidad de empresas, la lesiva suspensión de colegios y universidades, además de no haber afectado otras tareas esenciales en el desenvolvimiento comunitario. Creando, de otra parte, el caldo de cultivo espeso para el drama económico y social que hoy se vive.

Fue así como el uso extraordinario de la cuarentena o, valga decir, de los cuarenta días de encierro usados desde las atávicas épocas romanas contra la peste, se volvieron meses y meses, abusando de la paciencia de los colombianos y con una incidencia exasperante que hoy pasa factura. Nadie olvida, por ejemplo, los cortocircuitos entre la administración nacional y la capitalina sobre la recurrencia a este método.               

¿Por qué, entonces, se procede a esta nueva fase de reapertura de sectores frente al peor panorama del virus de que se tenga noticia?

El Gobierno aduce tres razones. En primer lugar, el buen ritmo de la vacunación, desde que se pudo contar con los biológicos en el país. Los pacientes críticos y fallecimientos por covid-19 han disminuido de forma sustancial en mayores 80 años y en no poca proporción en el rango de 60 años en adelante, como resultado de la inmunización masiva. Se apuesta a que ahora, con la vacunación de los nuevos rangos etarios y las categorías especiales, los índices empiecen también a ceder significativamente.

Por otro lado, se impone la certeza de que el covid-19 se tornará en un virus endémico con el que habrá que convivir hasta su absorción. En esa perspectiva, con miras a una mayor inmunidad, la idea ahora sería la de vacunar a toda la población, incluyendo menores de 16 años y embarazadas, con el fin de evitar rebrotes.

Y, por último, nadie entendería que se mantengan las restricciones en materias laborales, sociales y económicas, ni tampoco se comprendería que la llamada calle sirva exclusivamente al paro y la protesta, mientras que a la mayoría de colombianos se les restringe su uso y además se les suspenden sus derechos fundamentales.

El país en su conjunto necesita, además de volver al tradicional sistema de derechos y libertades, apretar el acelerador productivo, recuperar el empleo y revertir la quiebra incesante desde el comienzo de la pandemia. Eso sí, debe ser un proceso gradual, con el irrestricto cumplimiento de los requisitos de bioseguridad y campañas pedagógicas intensivas para aumentar la disciplina social. En ese aspecto los chinos tenían razón: “me cuido y así cuido a los demás”.