Las marchas del pasado 21 de abril fueron realmente apoteósicas. Lo muestran los videos y fotografías en las grandes ciudades, Bogotá, Medellín, Barranquilla, Bucaramanga, Eje Cafetero, etc. En lo personal doy fe de lo que se vivió en Santiago de Cali donde caminamos en medio de un río de gente en cantidad, calculo, de unos 120 mil ciudadanos “no pagados” que gritaban consignas contra Petro quien, en vez de bajarse de la nube en que vive, como lo añoramos en nuestra pasada columna, en vez de agachar la cachucha y reflexionar, como lo recomendó con humildad Laura Sarabia y más tímidamente Min interior, lo que hizo fue ridiculizar la expresión popular, que él redujo a 250 mil personas en todo el país, viendo que sólo Medellín reportó 300 mil parroquianos.
El Petro delirante salió a insistir en sus teorías del “golpe blando”, de que lo quieren derrocar -como si fuera fácil- y desenterró esta perla, que “se está incitando al odio que yo no quiero que regrese al poder porque mataría mucha gente, quizás peor que como se hizo en el pasado. Lo que añoran es la represión abierta, las masacres paramilitares y los asesinatos de jóvenes. Ese pasado de mafiosos en el poder no debe volver”.
Quién lo creyera: el líder supremo de las marchas del 2021 que destrozaron este país, que inteligentemente fueron “soportadas” con mano blanda por el presidente Iván Duque, quien chutó el balón a los mandatarios locales para controlar el orden descontrolado, y tan fue así que uno de los politólogos del “cambio” fue pillado en un audio diciendo algo así como: “estamos jodidos, este Duque no da papaya”.
Y como genios que son los mamertos en usar todas las formas de lucha, han echado mano de una tristemente célebre frase atribuida a la extrema derecha, más exactamente al ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, para endilgársela a sus enemigos: “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, en lo que consideramos una perversidad en que son campeones los izquierdistas colombianos al inventarle y machacar historias negras – tipo “matarife”- al mejor presidente que hemos tenido, como represalia contra quien en ocho años de mandato casi acaba con la guerrilla y demás formas de delincuencia organizada. Tal fue la estrategia del Foro de Sao Paulo, para minar física y moralmente al mandatario.
El periodista peruano Álvaro Treneman estudió a fondo la frase aludida y encontró que Plutarco le atribuyó el concepto a un consejero de Alejandro Magno, quien “ordenaba a sus secuaces que sembraran confiadamente la calumnia, que mordieran con ella, diciéndoles que cuando la gente hubiera curado su llaga, siempre quedaría la cicatriz”; y que luego los filósofos franceses, sobre todo Voltaire, expresó que “la mentira sólo es un vicio cuando obra el mal; cuando obra el bien es una gran virtud. Sed entonces más virtuosos que nunca. Es necesario mentir como un demonio, sin timidez, no por el momento, sino intrépidamente y para siempre. Mentid, amigos míos, mentid, que ya os lo pagaré cuando llegue la ocasión”.
Finalmente, escribe el periodista, en el Siglo XIX el dramaturgo francés Jean-François Casimir Delavigne la retoma con “mientras más increíble es una calumnia, más memoria tienen los tontos para recordarla”.
Post-it. Petro afirma, ahora, que “no tengo intención de reelegirme” y como mentiroso compulsivo que es, hay que creerle, pero todo lo contrario.