Tratando de superar la tusa por la elección del nuevo magistrado de la Corte Constitucional que terminó con el triunfo del candidato del petrismo, el abogado Efraín Polo Rosero (gracias a la “volteada” de varios senadores de los partidos de la U, Liberal, Mira y Conservador); varias reflexiones llegaron a mi cabeza en el desvelo nocturno.
El magistrado Polo, abogado javeriano y de quien aclaro no hay cuestionamientos sobre su preparación y capacidades técnicas, resultó vencedor de la contienda con una votación de 57 a 47, sobre la abogada, también javeriana, Claudia Dangond. La elección, que había sido precedida por un empate 50 a 50 la noche anterior, dio un vuelco repentino y como por obra y gracia del Espíritu Santo o mejor, por obra y gracia de un tocayo de otro personaje de la Santísima Trinidad y con solo unas horas de diferencia, al menos 5 “probos” senadores fueron persuadidos para cambiar de postura e inclinarse a favor de Polo Rosero, dejando en tela de juicio la independencia de la Corte.
Anoche, todos los que tenemos algún tipo de inquietud política, nos acostamos buscando explicaciones. ¿Cómo era posible que nuestros honorables senadores hubieran decidido arriesgar el sistema de pesos y contrapesos sobre el que se ha cimentado la institucionalidad colombiana y dejar gravemente amenazado (y en esto le pido a Dios que me esté equivocando) nuestro Estado de Derecho? Hoy las explicaciones no se hicieron esperar.
Una de las justificaciones más populares que los mismos senadores empiezan a filtrar -obviamente para curarse en salud con miras a las elecciones del 2026- (si es que contamos con la suerte de que existan, pero ese no es tema de esta columna), apunta al hecho de que la señora Dangond no había gustado en el Senado que porque era “Muy de derecha” …
Muy de derecha, dicen… Y con ello pretenden, como en el argot de las nuevas generaciones, cancelarla, todo en medio de ese sainete que tan bien se ha montado la narrativa progresista, en el que buscan satanizar todas las ideas liberales y justificar la vulneración de los derechos de las mayorías….
Entonces preguntémonos, ¿Qué es ser “Muy de derecha”? y veamos como en una especie de quiz, dónde quedamos usted y yo.
Si ser Muy de derecha, es valorar la fe, la libertad política, la libertad económica y el Estado para garantizar la seguridad, el orden y la justicia, yo soy muy de derecha. Si ser Muy de derecha es honrar la familia como institución central de la sociedad, diferenciar entre lo bueno y lo malo, impulsar la libertad que se genera de las capacidades individuales productivas, defender los valores de la ilustración y promover el Estado de Derecho, yo soy muy de Derecha. Si ser Muy de derecha, supone fomentar la libre empresa y la libre competencia, preferir aranceles bajos, inflación baja y comida barata para la gente, en lugar de propender por el estatismo o por un modelo proteccionista que vende caro y sube el costo de vida, yo soy muy de Derecha. Si ser Muy de derecha es exigir que con los niños no se metan, pedir que haya justicia con reparación y no impunidad, reivindicar la libertad de prensa y sin coacción y priorizar los derechos de la gente honrada frente a los de los criminales, yo soy Muy de derecha. Si ser Muy de derecha es demandar respeto por la separación y el equilibrio de poderes, así como entender que vida, libertad y propiedad privada son los valores que han mantenido nuestra civilización por siglos y que, precisamente por eso, hay que defenderlos sin cobardías y con determinación, yo soy Muy de derecha. De extrema derecha.
Si usted como yo también resultó Muy de derecha, déjeme decirle que, citando a Abelardo de la Espriella, lo que nosotros compartimos, aunque algunos le digan ideología, orientación política o doctrina, se llama principios y los principios no se negocian. Se honran y defienden sin titubeos, así nos llamen “extremos”.
Postdata: Volviendo a la justificación que hoy esgrimen los congresistas, sorprende de cualquier forma que siendo Dangond “Muy de derecha”, hayan sido cinco senadores de partidos tradicionales de derecha, los que hayan preferido no votar por ella, mientras senadores del Centro, como Angélica Lozano, le dieron su apoyo irrestricto. Como dicen los gringos: ¡Baby, get real! No ganó la ideología, ganó la mermelada.