“Nación”, integración y reforma policial: claves de la crisis en Francia | El Nuevo Siglo
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Martes, 4 de Julio de 2023
Pablo Uribe Ruan

Esta oleada de violencia en Francia tras la muerte del joven Nahel a manos de un policía ha mostrado escenas que se repiten y dan cuenta de un problema estructural de integración social, así como de la necesidad de una reforma policial y la consolidación de las redes sociales para conectar grupos y generar caos.

Miles de jóvenes de 14 a 30 años, que habitan los barrios periféricos de las grandes ciudades, conocidos como les banlieu, han participado en protestas callejeras en la última semana, que han dejado como saldo más de 350 personas encarceladas y otras 1243 a la espera de juicio, según Le Figaro. 

El “veneno” de la marginalidad

La Francia urbana y marginal, cuyos habitantes son principalmente del Magreb -norte de África- y el área subsahariana africana, ha sido un asunto de la cultura y la política francesa desde hace 40 años. Jacques Chirac, el recordado expresidente conservador, decía aquel octubre de 2005, tras los disturbios por la muerte de tres jóvenes a manos de la policía francesa, que la marginalidad era un “veneno”. 

Este tema, como se ve, no es nuevo y mucho menos es algo que el Estado como la sociedad francesa haya relegado a un segundo plano. Las raíces del problema están, entonces, en unas condiciones estructurales en inversión y oportunidades que para algunos han empezado a cambiar y para otros no, y que ponen en entredicho el concepto de “nación” frente a la idealización del concepto de “república”. 

Para dimensionar la situación en estas zonas marginales, vale la pena hacer mención a un estudio del Instituto Montaigne, de París, que ha analizado el barrio Clichy-Sous-Bois, donde murieron los tres jóvenes en 2005. Las conclusiones son dicientes. “El 59% de los residentes son inmigrantes, frente al 40% en 1990, y tres de cada cuatro niños tienen un progenitor no francés”, dice el estudio. 



Este dato, sin embargo, contrasta con los esfuerzos del Estado francés y los alcaldes para disminuir la desigualdad con proyectos para modernizar el transporte público, mejorar las conexiones con zonas periféricas y un plan en París de más de 50,000 millones de euros para renovar las viviendas públicas, señala también el Instituto Montaigne. 

Una posible respuesta a este escenario de avances sociales y focos específicos de marginalidad, como el barrio Clichy, se encuentra en el ciclo de la pobreza. Según el Financial Times, en su análisis sobre los disturbios, “a medida que los residentes de las banlieues ascendían en la escala económica, se marchaban y eran sustituidos por nuevos inmigrantes más pobres, con lo que el ciclo volvía a empezar”.

A pesar de que Francia hoy recibe menos migrantes que tras la guerra de la Independencia de Argelia (1962), el proceso de asimilación a la sociedad francesa, así como las barreras socio-culturales, parecen más profundas.

Frente a esta división o grieta social, el filósofo Germain Trillion solía decir que en Francia existe una “antinomia” entre una “sociedad de primos” y una “sociedad de ciudadanos”, que se pone de manifiesto entre el “código de honor” de los migrantes frente a los valores republicanos franceses, tan ampliamente divulgados local e internacionalmente. 

En entrevista con Le Figaro, ayer, Georges Bensoussan, autor de “Los Territorios Perdidos de la República”, un libro sobre el islam y la marginalidad en Francia, compartía esta interpretación de Trillion y añadía que: “resulta patética la proliferación de proclamas sobre la República, el laicismo y la ciudadanía, todas las cuales evitan cuidadosamente la palabra nación”.

“La nación no son nuestras raíces, es nuestra herencia (aunque vengamos de otra parte) y la perspectiva de un futuro común. La república, en cambio, no es más que una forma de gobierno, aunque la República Francesa tenga una historia única”, agregaba. 

En esa diferenciación parece estar otra de las respuestas a esta crisis en Francia, en la que los valores republicanos, de igualdad, libertad y fraternidad, no coinciden con una idea de nación compartida, aunque con sus esperadas diferencias, por los ciudadanos de ahora, que están lejos de ser los mismo de hace 70 años. 

Reforma policial y anarquía

Los disturbios en Francia también muestran un patrón similar al de Estados Unidos y América Latina frente a sus cuerpos policiales, así como el impacto generalizado de las redes sociales para organizar grupos que, en cuestión de horas, y muchas veces sin compartir la causa, se reúnen para generar caos y violencia, y que en un comunicado de la Policía Nacional han sido llamados “hordas salvajes”. 

Según Le Monde, en 2017 se aprobó una ley que otorga poderes especiales para disparar a un carro si los ocupantes incumplen una orden policial y ponen en peligro la vida del agente. Este procedimiento, defendido por amplios sectores políticos, estaría detrás de la muerte de Nahel. 

Más allá de este hecho particular, en Francia existe un creciente debate sobre la necesidad de reformar la policía que, según este mismo diario, de acuerdo a pruebas recolectadas durante las marchas contra las reformas a las pensiones, tiene un comportamiento sistemático de un “uso excesivo de la fuerza, violencia racista, incompetencia en el manejo del orden público y ruptura de la confianza con los ciudadanos”. Es la misma sistematicidad denunciada en Estados Unidos y varios países de América Latina. 

Esta sistematicidad no sólo se repite en los cuerpos policiales. Las redes sociales igualmente han llevado a que grupos de jóvenes con bajos niveles de politización e incluso desinteresados en la causa principal de las protestas -en este caso la muerte de Nahel- se organicen y participen rápidamente de las protestas callejeras con el único fin de generar caos. 

Los disturbios, según reportes de ayer, han empezado a bajar, pero Francia sigue sumida en un debate sobre integración y multiculturalismo. Han sido décadas y no ha podido hallar una solución viable.