MIENTRAS investigaba sobre historias de migrantes y las “casas de las remesas”, construcciones hechas en los países de origen por migrantes en muchos países del mundo, a partir de recursos obtenidos en duros trabajos realizados en los países de acogida, el director Óscar Molina conoció en Filadelfia (Estados Unidos) a María Dionisia Navarro.
Mama Icha, como la llaman por cariño, es una mujer valiente que a los 93 años decide volver a Colombia, más exactamente a Mompox (Bolívar), con la esperanza de habitar la casa que a lo largo de 33 años construyó con dineros enviados desde Filadelfia, donde vivió con su hija y su familia. En Colombia, los encargados de ayudarle en esta misión eran sus otros hijos, los receptores de los recursos.
Ella siente cercano el final de su vida y solo piensa en volver a su tierra natal, luego de décadas de vivir en Estados Unidos a donde emigró para ayudar a su hija con el cuidado de los nietos.
Se sueña meciéndose entre los brazos del río Magdalena al caer la tarde, rodeada por sus parientes y vecinos, en el patio de la casa que construyó durante los años de ausencia con el dinero que enviaba desde el exterior. Al regresar, el idílico mundo de sus recuerdos se ve confrontado con la precariedad y las deterioradas relaciones familiares. Es una película que revela los conflictos por el poder, cuando los padres llegan a depender del cuidado y las decisiones de los hijos.
El director conoció la historia de Mama Icha en el 2013, a través de su nieta Michelle Angela Ortiz, una reconocida artista latina que, a través de su obra, reflexiona sobre sus orígenes caribeños y que se ha convertido en una vocera y activista en el movimiento pro-migración en los Estados Unidos.
Con ella, Óscar había trabajado previamente en un proyecto artístico y lo invitó a casa de sus padres para compartir tradiciones colombianas. “A partir de ahí, Mama Icha y yo desarrollamos una relación profunda, pasando tardes hablando de Colombia y de su sueño aplazado de regresar”, cuenta el director.
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Lo cierto es que Mama Icha, por encima de los temores y advertencias de su hija y su nieta, regresó después de 33 años de ausencia y con 93 a cuestas, a Mompox su tierra natal, lo que a su edad significaba una despedida definitiva de sus seres amados. Lo hizo acompañada únicamente por Óscar, el director, pero también su amigo, quien con cámara en mano hizo un retrato observacional, íntimo y sutil del regreso a casa, para finalmente habitar el hogar.
La cámara se convierte así en un personaje y un testigo de la lucha por reconformar una familia fragmentada por la migración y quienes terminan enfrentados, en dos bandos, por lo que consideran debe, o no, hacer la matrona de la familia.
Visualmente La casa de Mama Icha¸ distribuida en el país por Cine Colombia y que se estrena en salas este jueves, se acerca a los espacios físicos y a la vida cotidiana, a través de imágenes serenas y poéticas que, en su quietud estética, equilibran el vertiginoso desarrollo de los acontecimientos.
“La película retrata con complicidad el personaje heroico de Mama Icha, una mujer que se enfrenta con valentía a las dificultades, tanto económicas como familiares, de volver a casa durante el último capítulo de su vida. Dentro del fenómeno global de las casas de las remesas, ella encarna el sueño común de muchos migrantes de habitar estas casas antes de morir”, explica el director.
Y evoca que “En el proceso de pensar, discutir y refinar las ideas sobre la pertenencia en un contexto atravesado por la migración y la desigualdad económica, esta poderosa historia me brindó una perspectiva sobre lo que significa la fuerza del arraigo y el coraje que implica enfrentar los legados de la migración al regresar a casa”.