Cruzada contra el hambre | El Nuevo Siglo
Sábado, 10 de Octubre de 2020
  • El Nobel de Paz al PMA, campanazo global
  • 690 millones de personas padecen el flagelo

 

A finales del año pasado no menos de 135 millones de personas de 55 países y territorios sufrían hambre extrema. Según el informe de la Red Mundial contra las Crisis Alimentarias se trata de la cifra más alta desde 2017.

Contrario a quienes creen que se trata de una dramática situación supeditada a los países más pobres de África, en donde las hambrunas continúan siendo una amenaza diaria para la vida de centenares de miles de personas, en realidad esta es una problemática presente en todo el globo. Baste con decir, por ejemplo, que Venezuela, con 9,3 millones de habitantes en riesgo, es el cuarto país con inseguridad alimentaria aguda, de acuerdo al citado informe realizado por organismos de las Naciones Unidas, gubernamentales y no gubernamentales.

Y aún más, la investigación evidenció que en el llamado “corredor seco centroamericano”, compuesto por El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, la sequía había dejado a 3,2 millones de habitantes pasando hambre, mientras que en Haití eran 3,7 millones los afectadas. Incluso se advirtió que 1,2 millones de migrantes y refugiados venezolanos en Colombia y Ecuador también sufrían de hambre aguda. No es, como se ve, una problemática referida solo a África, que sin duda continúa siendo el continente más afectado por este flagelo, seguido de Oriente Medio, Asia y América Latina y el Caribe.

Padecer hambre es una de las más graves circunstancias que puede sufrir una persona. Es más, este estudio dado a conocer en abril pasado, dio cuenta de que en esas 55 naciones 75 millones de niños sufrieron retraso en el crecimiento y 17 millones sufrieron emaciación, o delgadez excesiva causada por la falta de alimentación.

A ello se suma que la pandemia ha sido un acelerador de la hambruna, a tal punto que los informes de los últimos meses han ido prendiendo las alarmas sobre una treintena de países en donde la propagación del Covid-19 amenaza con disparar a niveles devastadores el hambre extrema y el déficit alimentario.

También es claro que el coletazo de la pandemia, que ha generado 36 millones de personas contagiadas en todo el planeta y más de un millón de fallecidos, golpea fuertemente los ingresos de las familias más pobres y disparó el desempleo, lo que no solo reduce la capacidad de los hogares para comprar alimentos suficientes sino que podría significar un retroceso de 10 años en los índices de calidad de vida a nivel mundial. De hecho, hoy ya está en duda el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, uno de los cuales es, precisamente, reducir sustancialmente el hambre y la pobreza extrema.

Visto todo lo anterior se entiende y valora la importancia de que ayer el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (PMA) haya sido galardonado como el Premio Nobel de la Paz.

El Comité del prestigioso reconocimiento indicó que la agencia más grande del sistema de la ONU, que el año pasado ayudó a 97 millones de personas en 88 países, fue escogida “por sus esfuerzos en la lucha contra el hambre, por su contribución a la mejora de las condiciones de paz en las zonas afectadas por conflictos y por su actuación como elemento impulsor en la prevención del uso del hambre como arma de guerra y de conflicto”.

Pero más allá del merecido premio, lo importante es que a partir del mismo la comunidad internacional, sobre todo los países más ricos, atiendan los llamados urgentes del PMA para aumentar la ayuda externa a una gran cantidad de personas que hoy, literalmente, están muriendo de inanición o desnutrición extrema en todo el planeta. La cifra es alarmante: 690 millones de seres humanos a diario padecen hambre en el mundo.

Esto último no deja de ser una paradoja si se tiene en cuenta que, según la FAO, a escala mundial se pierde alrededor del 14% de los alimentos producidos entre la cosecha y la venta al por menor. Se trata de miles y miles de toneladas que podrían suplir sobradamente el drama de quienes no tienen qué comer. En Colombia, por ejemplo, cerca de 10 millones de toneladas de alimentos se desperdician al año, lo que podría suplir varias veces la demanda en La Guajira, uno de los departamentos en donde más se reportan casos de niños muertos por desnutrición extrema, un hecho vergonzoso para el Estado. Y pensar que, a nivel global, la aplicación de dietas con productos alimenticios más sostenibles y la reducción del desperdicio de estos pueden ayudar a los países a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mejorar los planes nacionales de acción contra el cambio climático hasta un 25%, según la agencia ambiental de la ONU.

Así las cosas, el Premio Nobel al PMA debe ser visto y entendido como un llamado a redoblar la cruzada global contra el hambre.