Brasil, 28-O | El Nuevo Siglo
Martes, 16 de Octubre de 2018

“Proceso mediático-conceptual de satanización”

Lo más probable es que Bolsonaro gane también la segunda vuelta, este 28 de octubre.

Para la izquierda anacrónica en América Latina esta posibilidad constituye una catástrofe, una auténtica debacle.

Atrapados por las grandes cadenas informativas neomarxistas y socialistoides, asocian genéticamente a Trump y Bolsonaro para demonizar el proyecto socioliberal en Brasil.

Por supuesto, la narrativa es fácil de identificar y se reproduce en multitud de medios masivos bajo los mismos prejuicios, estereotipos y clichés.

Para todos ellos, el candidato no es más que un “ultraderechista”, “extremista”, “homófobo”, “racista”, ”xenófobo”, “misógino”, “golpista”, “ultraconservador” y “militarista”.

En cambio, su oponente, F. Haddad, ungido por Lula da Silva (... ¡desde la prisión, por corrupción!) es un dechado de virtudes: “ilustre profesor”, “brillante intelectual”, “metódico analista” y “defensor a ultranza de la democracia”.

En ese proceso mediático-conceptual de satanización y degradación moral basado en la típica construcción de corrientes de conspiración, Bolsonaro pasa a ser tan solo una marioneta creada por la cúpula militar para restablecer la añorada dictadura y seguir los pasos de Castelo, da Costa, Garrastazu, Geisel y Figueiredo.

De hecho, la caricatura se completa presentando al vencedor como típico exponente de la democracia delegativa y la democracia iliberal, aquellas en las que, paradójicamente, se desconocen las libertades públicas y se le conceden plenos poderes a un redentor para que estabilice la situación coyuntural. 

Sin embargo, ¿a quién cree esa flamante izquierda continental que votarán aquellos pocos miles que el pasado domingo 7 se inclinaron por las desdibujadas opciones de centro, es decir, Ciro Gomez y Geraldo Alckmin?

Lo cierto es que, echando mano de anécdotas descontextualizadas y expresiones espontáneas de Bolsonaro, el aparato de posverdad del Partido de los Trabajadores ha hecho hasta lo imposible por mostrarlo como el ‘Caballo de Troya’ del Estado de Derecho, mismo que, como aliados del chavismo, Lula y Dilma socavaron sin cesar.

Y como a pesar de tan denodados esfuerzos el resultado electoral les ha sido adverso y, probablemente, también lo será el próximo 28, no logran entender por qué, cómo es posible, de dónde a acá, el 46 por ciento de los votantes secunda semejante proyecto ”retardatario y jurásico”.

¿Cómo puede suceder -se preguntan-, que sin contar con tantas horas de TV como el PT, con tantas organizaciones de base y todo un entramado populista y sindical, un congresista advenedizo, valiéndose tan solo del Whatsapp, esté a punto de apoderarse de Planalto?

Embriagados de soberbia, coimas y mermelada, lo único que les resta a los petistas, adoradores de Ortega, Maduro, Evo y Raúl, es aducir que todos esos millones de brasileros evangélicos, católicos, empresarios, obreros o familiares de soldados que han elegido a Bolsonaro están “alienados”, “obnubilados”, ¡y poseídos por el mismísimo demonio!