Colombia, ¿de cordial recepción de migrantes a xenofobia? | El Nuevo Siglo
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Miércoles, 31 de Octubre de 2018
Agencia Anadolu

No te vayas a ofender, pero, ¿qué hacen ustedes en mi país? Quitándole el trabajo a los colombianos, robándoselo, porque lo que hacen es robar, no sirven para más nada. Y no te vayas a molestar, no lo estoy diciendo de mala manera. Es cierto que Venezuela en su tiempo estuvo en bonanza (…) pero Colombia no lo está y ustedes se pueden ir.

Situaciones como estas que tuvo que vivir Ernesto José Ríos, deben enfrentar a diario muchos de los migrantes venezolanos que han llegado a Colombia huyendo de la aguda crisis que vive su país. En otra ocasión a este mismo hombre le hicieron llegar un papel con un mensaje que decía: “si ven un venezolano denle veneno. Vienen a robar, no les den trabajo a esos ladrones”.

“Nos tratan como si no fuéramos personas”, asegura con desconsuelo este caraqueño de 27 años, que lleva 18 meses en la capital colombiana.

Ríos también fue víctima de un acto de xenofobia por parte de la Policía. Un día, luego de que él y su hermano se enfrentaran contra un delincuente que intentó robar a su novia, dos agentes policiales llegaron y los esposaron. Al preguntarles por qué los apresaron a ellos dos, que se estaban defendiendo y evitando un atraco, y no al otro hombre, uno de los policías respondió: “porque ustedes son venezolanos y él es colombiano”.

“Tenemos las de perder aquí”, recuerda, con un sentimiento de indignación reflejado en su mirada.

José Miguel Concha es otro venezolano que está en Bogotá desde hace 10 meses. Este joven proveniente del estado Barinas, trabaja en un restaurante en la calle 45 en Bogotá.

Concha narró cuáles son algunos de los agravios que le han dicho: “dicen que uno le viene a quitar el trabajo a los demás; pero no es así, hemos tenido que salir del país por la situación que estamos viviendo”.

“Hay personas que nos tratan muy mal: 'venecos', gon#¢@, que por qué no nos largamos de su país, que vinimos a dañar la reputación de ustedes".

Skimberlyn Gutiérrez es una caraqueña que llegó apenas hace seis meses. En su primer trabajo en una panadería en la que le pagaban COP 20 mil por trabajar de 10:00 a.m. a 10:30 p.m., solo estuvo dos semanas por inconvenientes con el dueño. “Un día la patrona se fue de viaje y quedó el esposo. Él comenzó a hacerme insinuaciones, me preguntaba sobre mi pareja, que dónde vivía, con quién vivía, cuántos años tenía con ella y como que si no me cansaba de ‘comer siempre lo mismo’. Yo respondía que no (…)”.

La situación se tornó más complicada con el paso de los días, “(…) hasta que llegó una noche en que fui a cambiarme para irme del trabajo y él ingresó al baño, el único donde nos cambiamos, me llamó para que fuera allí y me hizo una seña con el dedo. Me dio miedo porque cerraba con él y otro hombre, era la única chica. Simplemente lo que hice fue decirle: no, tranquilo, yo me voy con mi uniforme". Al día siguiente entregó su uniforme y dejó de trabajar allí.

Situaciones como las de Ernesto, José Miguel y Skimberlyn se repiten aún, a diario, en Bogotá y demás lugares donde llegan.

Ana María Rodríguez, experta en migraciones y quien trabajó en asuntos migratorios en Ecuador años atrás con la ONG Catholic Relief Services (CRS), afirma que Colombia está repitiendo los mismos patrones de xenofobia con los venezolanos, tal como sucedió con los colombianos que migraron a Ecuador y otros países durante años anteriores por causa del conflicto armado interno.

“En Ecuador en términos generales, nos tenían miedo porque los hombres deberían ser narcotraficantes, todos, o ladrones. Y las mujeres, pues éramos mujeres en ejercicio de prostitución, o ‘mujeres calientes’, que solamente queríamos sexo. Es una categorización permanente que tuvimos y que se está reproduciendo acá. Cotidianamente vemos eso en las noticias”.

Pero no solo eso. Hay otro tipo de categorizaciones o dificultades que viven hoy los venezolanos en Colombia.

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“El tema migratorio genera los mismos patrones de xenofobia: discriminación abierta y permanente en las ciudades. Por ejemplo, no les alquilan casa fácilmente, hay humillación, ridiculización de las personas, violencias de todo tipo (física, sexual, cultural, psicológica) o contra personas adultas también”.

Desafortunadamente, dichas manifestaciones hostiles son permanentes y están presentes en el día a día de los migrantes, desde el momento de solicitar documentos o vivienda, hasta montarse en un medio de transporte o ir a la tienda.

“Cuando las personas (migrantes) entran a los lugares, no los atienden, las atienden mal o se quedan en silencio”, agrega. Por otra parte, la contratación laboral con condiciones injustas se considera igualmente un acto de xenofobia.

“También. Es una consecuencia de considerar que la otra persona no merece las condiciones dignas que tendría en su país. Es una manera de decir: pues si vienes acá y quieres quedarte, te aguantas. Me sirves y me beneficio. Se aprovechan de las necesidades”, lamenta.

Los efectos de la xenofobia en la población migrante son varios, desde baja autoestima y depresión, hasta violencia, enfermedades y dificultades económicas.

“Hay consecuencias para la vida y para la vida familiar, hay ruptura del núcleo familiar. En muchos casos, las personas tienen que salir y dejar a sus familiares; mujeres y hombres dejan a sus hijos pequeños. Hay también consecuencias en términos económicos, porque dependiendo del tipo de inmigración, si la persona no pudo mandar ayuda a su familia, puede haber pérdida de sus casas y pertenencias en su lugar de origen”, explica la analista.

“Es muy duro, para cualquier migrante aquí o en cualquier lugar del mundo. Cuando nosotros éramos migrantes sufríamos lo mismo”, recalca.

Cómo se hace frente a la xenofobia

Según cifras oficiales, en Colombia hay cerca de un millón de migrantes venezolanos. Por ello, las autoridades locales se unieron a una estrategia de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) para combatir la xenofobia: ‘Somos Panas Colombia’.

Rocío Castañeda, oficial de información pública de Acnur en Colombia, explica que con esta campaña lo que se quiere es crear un espacio de encuentro entre la población migrante y local, a través de contar historias de venezolanos en Colombia y hacer evidente que cada historia es particular, que “está protagonizada no por un venezolano anónimo, sino por un venezolano que tiene un nombre y un apellido, una historia, unos lazos familiares que rompió por tener que llegar a Colombia”.

El objetivo inicial era crear un puente de comunicación y un lazo con los colombianos y generar empatía. Sin embargo, en el camino surgió otro frente de trabajo: buscar más aliados “y sumar fuerzas” para crear estrategias concretas, producir contenidos sobre la xenofobia, generar espacios de reflexión y “movilizar la solidaridad”.

La oficial de Acnur puso de ejemplo la historia de una mujer que era violentada por su compañero en La Guajira y que vio un producto de la campaña en televisión. “Ella se identificó con eso, fue a un café internet, nos buscó y nos envió un mensaje diciendo: ayúdenme, estoy siendo víctima de violencia, no tengo papeles, tengo miedo de que me denuncien como irregular. Gracias a eso pudimos ubicarla y junto con las entidades del Estado activar las rutas de protección y sacarla de esa situación”.

Igualmente, retomó una cara de la crisis migratoria que no ha sido abordada ampliamente: los niños, muchos de los cuales a cierta edad no tienen la capacidad de análisis para tener claros los límites fronterizos, sus nacionalidades y los temas políticos. “Esto tiene un impacto en sus vidas muy fuerte, es necesario que el país ponga atención en eso, porque están siendo víctimas en el parque del barrio, en los colegios, de manifestaciones de rechazo y discriminación por el hecho de ser venezolanos".

Además de los contenidos en medios de comunicación y redes sociales, Acnur ha realizado en Colombia fiestas de integración en barrios fronterizos específicos donde identificó una masiva llegada de ciudadanos venezolanos. Lo que se viene son adaptaciones o material específico para niños que será usado en colegios y grupos juveniles, información sobre cómo reaccionar ante manifestaciones de xenofobia, contenidos puntuales acerca de cómo estas situaciones afectan a las mujeres, así como alianzas con medios de comunicación y organizaciones para seguir “expandiendo el mensaje de que sí es posible la solidaridad y que hay muchas manifestaciones de solidaridad”.

Preocupación por tendencias en medios frente a la xenofobia

Entre diciembre de 2017 y septiembre de 2018, Acnur realizó un análisis de cómo los medios de comunicación reportaron la crisis migratoria desde Venezuela, encontrando tres tendencias. Una de ellas presenta a las instituciones como si no supieran qué hacer frente a la llegada de población venezolana o se mostraron indolentes. “Pero es la forma como presentan la información, que deja al ciudadano a la deriva”.

La otra era crear un vínculo entre criminalidad y nacionalidad. “Si hay una persona venezolana que cometió un crimen, de una vez se generaliza y esa es la sensación que le queda al oyente o televidente, lo que genera miedo o reacciones de rechazo y discriminación”. Y la última, Acnur la llamó “rompiendo el equilibrio y aumentando la incertidumbre”, mostrar la llegada de población venezolana como algo que desequilibrará al país. “Cuando se muestra así la situación entre los ciudadanos, genera miedo”. Por lo anterior, la Agencia de la ONU hace un llamado a manejar con mayor cuidado la información.

Ana María Rodríguez reafirma esta última tendencia, expone su preocupación y define la xenofobia como "miedo al otro, a lo que es distinto”.

“Fuimos educados en una cultura que nos dijo qué era lo bueno y aceptable y todo lo que sale de ahí nos hace sentir miedo, un enemigo total de la integración porque hace que percibamos que el otro viene o a robarme, a matarme o hacerme daño”, añade.

La experta indica que ese miedo es “absolutamente irracional y emocional, aunque real”: “vemos hechos puntuales que están sucediendo, pero que hacen que por una persona, por ejemplo que roba, sintamos que todos los venezolanos vienen a robar y que son iguales”.

“El miedo exacerba ese sentimiento nacional y hace decir: vete a tu casa, no queremos que estés aquí, por qué no te regresas. Eso deshumaniza y quita la solidaridad que deberíamos tener en términos naturales de migración”, subraya.

A pesar de esto, Rodríguez concluye que Colombia se ha mostrado como un país solidario por encima de otras naciones como Ecuador o Perú, que han impuesto restricciones a los migrantes.

Según estimación oficial realizada desde 1985, para 2005 había 3.378.345 colombianos viviendo de manera permanente en el exterior y entre los destinos elegidos por los migrantes colombianos estaban, en tercer y cuarto lugar, Venezuela (20,0 %) y Ecuador (3,1%). Por ello, el casi millón de venezolanos que están en Colombia espera ser acogido con los brazos abiertos.