Dedicarse a la odontología, trabajar con la comunidad, involucrarse en actividades en donde primaran la disciplina y el deporte. Esos eran los sueños de tres jovencitas que, por aquello de los destinos que va definiendo la vida, hoy hacen parte de la primera tripulación de aviones del Ejército Nacional.
Estas tres jóvenes, oriundas del Tolima, Boyacá y Santander, desde pequeñas, cuando cursaban la primaria, planeaban terminar sus estudios de secundaria e ingresar luego a la universidad para obtener un título profesional.
En primera instancia escogieron la odontología, la ingeniería civil y ayudar a la comunidad, pero luego optaron por ingresar a la Escuela Militar de Cadetes General José María Córdova y a la Escuela Militar de Suboficiales Sargento Inocencio Chincá.
Varios años después la cotidianidad de estas tres jóvenes es muy distinta a la que se imaginaban en su infancia. Prueba de ello es que a primera hora, día tras día, la tripulación del avión Grand Caravan, integrada por la piloto al mando, capitán Íngrid Yuliana Arango Calderón; la otra piloto, capitán Mayra Carolina Rojas Rodríguez; y la tripulante de vuelo, cabo segundo Camila Celis, llega al Batallón de Aviación N.° 1, unidad a la cual pertenecen. Saben de su responsabilidad como la primera tripulación femenina en ala fija de la Aviación del Ejército. Anteriormente ya volaban mujeres en misiones militares pero al lado de tripulantes hombres.
La capitán Arango Calderón, en diálogo con EL NUEVO SIGLO, explica que “desde niña siempre tuve en mis planes ser profesional, pero no tenía claro qué profesión elegir. Sin embargo, opté por la disciplina del deporte y siempre estaba en competencias. Este proceso me identificaba con la disciplina y responsabilidad, con los entrenamientos, sacrificios y con lograr las metas propuestas”.
Aunque cuando terminó el bachillerato se interesó en diferentes carreras, como odontología e ingeniería civil, se decidió finalmente por la militar: “Me llamó la atención la vida militar por cuanto se presenta como una carrera profesional y con la opción de formación complementaria en otras profesiones, como administración logística, educación física militar, derecho, relaciones internacionales e ingeniería civil. También me motivó el servir y ayudar a los colombianos. Mi sueño se hizo realidad una vez culminé mis estudios en la Escuela de Cadetes”.
“El Ejército nos da la oportunidad de ser parte de todas las especialidades y decidí presentar pruebas para ser piloto. Fui aceptada y desde ese mismo momento mi corazón y mi perseverancia me permitieron alcanzar un escalón más en mi carrera, al graduarme como piloto militar”, sostiene la oficial.
En cuanto a los peligros inherentes a su trabajo, la capitán Arango indicó que “en la aviación militar y civil el riesgo es administrado con entrenamiento, la estandarización y regulaciones a las que todos los días nos vemos enfrentados, no solo en esta profesión sino en muchas más. Aquí lo más importante es el respeto a los procedimientos, estar entrenados y ser muy conscientes de cada operación en las aeronaves para mantener la seguridad operacional”.
“Mi familia es mi mayor motivación y conductora de mi fortaleza y perseverancia para alcanzar mis metas. Lo más importante es la unión y el amor presente en todo momento. Siempre está en los buenos y en los malos momentos a los que nos vemos enfrentado en esta difícil profesión”, afirma.
La piloto destaca que hace “parte del primer Curso de Mujeres de Arma de Combate que ingresamos como cadetes a la Escuela Militar en el 2009. Desde ese momento en que la institución abrió las puertas, iniciamos cada una de nosotras en las diferentes especialidades para dar lo mejor y dejar en alto el buen nombre de la mujer militar. Junto con los hombres integramos un equipo selecto para servir a Colombia”.
Puntualizó la capitán Arango que “siempre en mi mente está el poder representar a las otras mujeres, con profesionalismo y responsabilidad en el cumplimiento de cada misión que nos han entregado. Es un orgullo poder dejar un buen legado, inspiración y buen comportamiento para que las demás mujeres sigan cumpliendo sus sueños en esta carrera tan bonita y admirable”.
Un reto mayor
Por su parte, la capitán Rojas Rodríguez le dijo a este Diario que nunca pensó ser militar. “Mis sueños eran los de ser odontóloga y trabajar con el Ejército, ya que tuve la oportunidad de conocerlo desde muy chiquita, porque mi papá trabaja con la institución como civil. Pero nunca imaginé ser militar ni mucho menos piloto”.
Recuerda que una vez egresada de la Escuela Militar pensaba solo en trabajar y servir a la comunidad, pero ser piloto no era una prioridad. “Pero por mi trabajo se dio la oportunidad de ingresar al curso de piloto y con estudio y sacrificio salí adelante. Esta hermosa misión se cumple día a día con la mayor alegría. Ser piloto militar es uno de los mayores retos que he tenido que enfrentar debido a las grandes operaciones realizadas en las aeronaves”.
Afirma que “la responsabilidad de piloto es muy grande y viene de la mano con la toma de decisiones. Desempeño mis funciones de vuelo, día a día y vuelo tras vuelo, formando mi criterio y experiencia para muy pronto, con la ayuda de Dios, ser piloto al mando de esta aeronave de ala fija Grand Caravan”.
La oficial destaca que “los pasajeros a bordo se quedan atónitos cuando ven a dos mujeres desenvolviéndose en la cabina de la aeronave. Una vez repuestos de la sorpresa, expresan admiración y sus mejores energías, y viajan tranquilos”.
Un gran sueño
Por su parte, la tripulante de vuelo Celis le dijo a EL NUEVO SIGLO que “siempre soñé desde muy pequeña servir a la comunidad y gracias a los buenos consejos de familiares y amigos decidí ingresar a la Escuela Militar de Suboficiales. Ahora estoy cumpliendo ese gran sueño y espero seguirlo haciendo por mucho tiempo”.
Recordó que gracias a su trabajo fue seleccionada para ingresar a la Aviación del Ejército “y desde el primer momento me he dedicado a aprender y adquirir todos los conocimientos posibles, ya que es un privilegio pertenecer a esta unidad y me llena de orgullo cada día”.
Afirma Celis que su trabajo es “una responsabilidad que requiere mucho compromiso… Ser la encargada de indicarles las condiciones de seguridad a las pilotos me exige cada día capacitarme aún más para no cometer ningún error que pueda acarrear un incidente o accidente”.
Para conformar esta primera tripulación femenina, inicialmente la capitán Arango Calderón cumplió los requisitos que la llevaron a ser la primera mujer piloto de la Aviación del Ejército. Luego se convirtió en la primera mujer piloto al mando, volando a la fecha más de 1.200 horas en los equipos BeechCraft King Air y ahora en el Grand Caravan.
Las tres uniformadas saben de su gran compromiso, no solo con las misiones que a diario realizan sino como pioneras de la participación de la mujer en la aviación militar. Su desempeño es clave para seguir abriéndoles camino a más mujeres que vienen formándose para volar alto y seguro en la institución militar.