SOLO se les veía a los médicos y enfermeras, especialmente en las Unidades de Cuidado Intensivo. Igual, en algunos países se usaba cuando había alta contaminación del aire. Así, la mascarilla o tapabocas estaba casi que ‘reservada’ para estos casos, pero la pandemia del Covid-19 la convirtió en elemento imprescindible de uso diario en el mundo.
El inicial desconocimiento de este poderoso coronavirus, que oficialmente irrumpió a comienzos de año en China (aunque se tienen pruebas de que habría estado circulando desde meses atrás) y rápidamente traspasó fronteras para copar en menos de tres meses todo el planeta, llevó a que no se considerara el tapabocas como un elemento clave para evitar el contagio.
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Inclusive, desde el inicio del brote, la recomendación oficial de la Organización Mundial de la Salud (OMS) fue que solamente dos tipos de personas deben usar mascarillas: aquellos que estaban enfermos y mostraban síntomas de la enfermedad, así como quienes los cuidaban.
“Nadie más necesita usar mascarillas”, expresó en su momento el director de la misma Tedros Adhanom, sustentado el argumento en los precarios estudios realizados y, según los cuales, se debía priorizar el lavado de manos frecuente con agua y jabón, al que consideraron más efectivo. También sostenían que el tapabocas solo podía proteger en ciertas situaciones como cuando se estaba con otras personas ya que si alguna estaba infectada y tosía, emitía gotitas contaminantes.
De esta forma, privilegiando la buena higiene, pasaron los tres primeros meses del año y, solo cuando el mundo superaba ya los 72 mil contagios (su gran mayoría en países europeos y parte de Estados Unidos) y 3.300 fallecidos por el Covid-19, el pasado abril, la OMS cambió su lineamiento: recomendó su uso a toda la población, especialmente en lugares concurridos y el transporte público.
Con mayores estudios y un estricto seguimiento a la curva epidemiológica global, comprobó que el uso de la mascarilla disminuye la transmisión del virus. La razón: su correcta utilización y la observación de protocolos de bioseguridad (medidas de higiene y distanciamiento social) son eficaces armas de prevención.
Sin embargo vale recordar que en algunos países de Asia, el uso del tapabocas es cotidiano por la contaminación del aire, producido por el alto tráfico vehicular y las numerosas industrias, así como para evitar alergias.
Solo para citar algunos ejemplos están China, Hong Kong, Japón, Corea del Sur, Tailandia, Taiwán y más recientemente Singapur, donde se estableció una multa de US$300 a quien no la porte.
"Colocarse una mascarilla cada día antes de salir de casa es como un ritual, como vestir un uniforme, y en el comportamiento ritual tú sientes que tienes que estar a la altura de lo que el uniforme representa, que es un comportamiento más higiénico como no tocarse el rostro, evitar lugares atestados o practicar el distanciamiento social", señala Donald Low, un economista especializado en comportamiento humano y profesor de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong.
También se debe destacar que estos países enfrentaron en 2003 la epidemia del SARS2, otro coronavirus, que afortunadamente no tuvo ni la velocidad de expansión ni la letalidad que ha registrado el Covid-19.
Y tal vez por esa razón, así como la tardía recomendación para el uso masivo de la población que hizo la OMS, fue por lo que en Occidente (especialmente Europa y Estados Unidos) que la pandemia tuvo tan alto impacto, tanto en contagios como en fallecidos.
De esta forma, mientras que en el continente asiático, por diversos motivos y desde años atrás, utilizar tapabocas es habitual e inclusive se tornó en una cuestión cultural, en el resto del planeta se llegó a éste por la pandemia.
Varios investigadores destacan que el uso cotidiano del tapabocas en ambas Coreas se convirtió en un factor de éxito en la lucha contra el virus que se gestó en la provincia china de Wuhan.
Colombia, de los primeros
El coronavirus apareció en América Latina y el Caribe entre el 27 de febrero (México) y el 18 de marzo (Nicaragua). En Colombia, el primer caso se registró el 7 de este último mes y, por ello, del ejercicio de la cuarentena preventiva ordenada en Bogotá (17 días después), se pasó a la obligatoria nacional en las 72 horas posteriores.
El forzado aislamiento llegó a la par con el uso obligatorio del tapabocas, no sólo para quienes tenían permiso de movilización, sino para todas las personas que, con las restricciones del caso, salían de sus viviendas para aprovisionarse de alimentos.
Fue así como Colombia fue de los primeros países en la región en obligar al uso de la mascarilla y aunque como lo anunció el pasado 4 de abril el ministro de Salud, Fernando Ruiz, era imprescindible en el transporte público, espacios con aglomeraciones, para personas con problemas respiratorios y adultos mayores de 70 años, con el paso de los días se generalizó a toda la población, excepto los menores de 2 años porque.
La recomendación médica es que los niños menores de dos años no usen tapabocas por algunas de sus condiciones físicas, pero principalmente porque sus vías respiratorias son más pequeñas y la mascarilla aumenta la resistencia de la entrada de aire.
Perú, Bolivia, Chile, Panamá, Argentina y Ecuador siguieron los pasos de Colombia en cuanto al adminículo de protección personal, mientras que dos gigantes poblacionales como México y Brasil se dejó como una decisión personal, al igual que en otro coloso, Estados Unidos, donde se convirtió en un asunto de libertades personales, en el que algunas personas argumentaron que obligar a todo el mundo a usar mascarilla era una violación a los derechos individuales.
Pero hoy las cosas, en todos lados son a otro precio. Y hay más conciencia individual de la importancia de cuidarse para cuidar a los demás.
Colombia también destaca en la región por la rápida implementación y la observancia de los protocolos de bioseguridad en las diferentes actividades, así como por la rápida gestión gubernamental para adecuar el servicio médico ante la crisis sanitaria por el coronavirus.
Un hecho positivo, que sin duda, hizo que el Estado llegara con personal médico y equipos para adecuar camas de cuidado intensivo, con sus imprescindibles respiradores, al igual que la rápida movilización para la consecución de las pruebas para detectar Covid, primero las PCR, luego las rápidas y finalmente las de antígeno.
Cuando empezó la pandemia, Colombia tenía 5.346 camas de cuidado intensivo y a hoy está cerca de las 12 mil, de las cuales el Gobierno Nacional ha aportado 4.981. Desde el 16 de junio gracias al proceso de expansión y medidas adoptadas, la disponibilidad en UCI ha estado en aumento. Ello no solo en las capitales sino también en centenares de municipios con alta afectación del coronavirus.
Toda esa forzada adecuación hospitalaria y sanitaria es, sin duda, un hecho positivo porque en algunos casos aceleró el cronograma que se tenía al respecto, mientras que en otros se dio por primera vez. Y, además, es una infraestructura que se mantendrá en beneficio de la población.
El mundo está por completar un año con pandemia a bordo y con las esperanzas puestas en las vacunas. En el entretanto, la mask (inglés), maske (alemán), maschera (italiano), maskarar (portugués), Miànjù (chino), masque (francés), imaski (zulu), masla (ruso), masuku (japonés), grima (islandés), nighabi (gregoriano) o simplemente tapabocas (español) continuará como un aditamento de uso diario indispensable, porque es un ‘salva vida’.