Me complace, en este empalme de final de año e inicio de uno nuevo, tomar como tema algo positivo que conforta los espíritus, en medio de tantos factores negativos. Es de destacar actuaciones ennoblecedoras, cuyo ejemplo conforta y da ánimo para un vivir honesto y en ambiente de servicio. Así no haya siempre respuestas agradecidas, encontramos esas ejemplares actitudes, que contrastan con las que se realizan en forma contraria.
Está el actuar del mismo Dios, según las Sagradas Escrituras, ante quien el ser humano con su proceder reta ensorberbecido, con los dones de El recibidos, despreciando sus mandatos y aspira a hacerse como El (Gen. 3,5). Le pide cuentas (Gen. 3,8-19), pero tiene misericordia y ofrece a la humanidad un Redentor (Gen. 3,15). Es el mismo Dios que ante la sordidez de costumbres de Sodoma y Gomorra, que claman castigos divinos, ante las suplicas de Abraham estaba pronto a suspender su destrucción (Gen. 18, 16-33). Es el Dios que castiga con el “diluvio universal” a la tierra y habitantes por su maldades, pero, al final, promete no repetir tan duro flagelo (Gen. 9, 12-17)
Al lado de esas actitudes de Dios Padre y Creador, van apareciendo las de algunos humanos que han entendido ese mensaje de misericordia. Están los repetidos gestos del Rey David, desde joven, ante las injustas persecuciones del Rey Saúl (I Sam. 18, 8-16), quien, víctima de su envidia, lo persigue a muerte. David, en medio de campaña persecutoria, tiene oportunidad de matar a Saúl, pero, aunque sus soldados lo incitan a hacerlo, noblemente se abstiene de ello (I Sam. 24).
Es David quien, al enterarse de la muerte del rey Saúl, quien no obstante sus promesas tejía incidencias contra él, lejos de alegrarse manifestó dolor y perdón (II. San.1). Igualmente se duele de la muerte de su hijo Absalom, quien muere en guerra contra él; sin embargo, expresa su grande dolor con “grandes gemidos” (II. Sam. 18 y 19).
Es el propio Jesucristo quien enseña obrar con la nobleza del perdón “hasta setenta veces siete” (Mt. 18, 22), quien ante el rechazo en Samaria de su presencia no acepta sino que corrige a sus Apóstoles que le pedían hacer caer sobre sus habitantes fuego del cielo (Lc. 9, 54-56). Es lección clara de su noble espíritu no pedir castigo sobre sus verdugos sino perdón hacia ellos del Padre Celestial (Lc. 23,24).
En nuestros días, hemos tenido, también, nobles actitudes. En Estados Unidos, después de campaña presidencial con fuertes recriminaciones entre el Presidente saliente y entrante, al día siguiente de la elección se buscan en buena armonía para pensar en el futuro del país.
En Colombia emergen actitudes de heroico perdón de personas víctimas de crímenes de los violentos, que les han ofrecido amplio perdón. Aleccionador reciente encuentro del expresidente Belisario Betancur y el exministro Yesid Reyes, diferenciados por ser éste hijo del Presidente de la Corte Suprema sacrificado en la toma guerrillera del Palacio de Justicia; al final de cuyo encuentro mutuamente se expresan respeto por los sentimientos encontrados ante lo acontecido. De destacar el gesto de sereno silencio de las “Damas blancas”, de Cuba, como respeto a sus coterráneos dolidos por la muerte de su líder Fidel, al dejar, temporalmente, sus duras protestas contra él, en gesto de altura y llamado a futura reconciliación.
Noble y sentida la actitud de Colombia ante la muerte trágica de los futbolistas brasileños chapecoenses, con homenaje en el que voces, música, colorido y lágrimas reflejaron bella unidad de corazones. Lección magnifica de amistad y solidaridad ante el dolor, gracias a Dios, que sea llamado a acabar con frecuentes lamentables actuaciones de hinchadas, salpicadas de maldad. Esto, y todo lo anterior, son actuaciones ennoblecedoras que dejan grato sabor del año que termina.
*Obispo Emérito de Garzón