Adriana Llano Restrepo | El Nuevo Siglo
Viernes, 13 de Marzo de 2015

EL SEPTIMAZO

Templanza

Mientras  resuena el eco de un temblor de tierra que apenas fue, pienso en qué tiene alguien en la cabeza para sacar un arma y matar al perro del vecino, como dicen que hizo un tal Toro; o para echarle ácido a una amada imposible, como dicen que hizo un tal Vega; o para regodearse con la tenencia de unos bienes pírricos, como dicen que hizo un tal Gaviria; o para ser capaz de deslustrar por monedas un cargo que debe ser garante de la institucionalidad de nuestro país, como dicen que hizo el Magistrado Jorge Pretelt.

Quizás tienen rabia y frustración represadas, como en Un día de furia, la inmortal película protagonizada por Michael Douglas; o apetencia por lo inaccesible, como en Ese oscuro objeto del deseo, de Buñuel; o negación de la diferencia entre ser y estar como le sucede al verbo to be del idioma inglés o a tanto arribista, levantado y recién llegado en este país que por desgracia ya no es del Sagrado Corazón de Jesús.

No importa qué tienen estos sujetos en la cabeza, porque ni usando a Maquiavelo tendrán justificación para sus actos; pero en todos los casos, cada uno de ellos muestra que carece de templanza de espíritu, esa que según Escrivá de Balaguer, es señorío de la inteligencia: “No todo lo que experimentamos en el cuerpo y en el alma ha de resolverse a rienda suelta. No todo lo que se puede hacer se debe hacer. (…) La templanza no supone limitación, sino grandeza. Hay mucha más privación en la destemplanza, en la que el corazón abdica de sí mismo, para servir al primero que le presente el pobre sonido de unos cencerros de lata”.

O sofrosine, como la llamaron los griegos desde Homero. Y que en Sófocles está presente cuando Creonte le pide a Edipo: “Con el  tiempo, lo sé, reconocerás que ni ahora te haces ningún bien ni te lo hiciste antes, contra la voluntad de los tuyos, cediendo a la ira, que siempre te daña”.

Y pienso igualmente qué tiene en la cabeza alguien que no es capaz de deponer el ego por el bien supremo de la paz, como Uribe o su émula Marta Lucía Ramírez; caigo en cuenta de que también les falta sofrosine o templanza de espíritu, las que tuvieron Álvaro Gómez y Antonio Navarro cuando en 1991 se sentaron en la Asamblea Constituyente a pensar un nuevo país.