La belleza está por doquiera que vayamos. En un atardecer, unas flores que se abren, así como también en las hojas marchitas y las pieles con arrugas. ¿Estamos listos para contemplarla?
A veces se nos puede dificultar reconocer la belleza de la vida, pues en realidad estamos en un mundo que tiene una marcada tendencia hacia el caos. Se nos puede haber hecho costumbre comentar las terribles noticias del día, que brotan sin parar en los medios de información y las redes sociales; podemos caer constantemente en la crítica al otro, algo muy fácil de hacer, puesto que todos tenemos sombras que se hacen más o menos evidentes; y también es factible que nos quedemos anclados en escenas dolorosas del pasado, situaciones que hacen parte de nuestra historia, pero que no necesariamente determinan nuestro presente. Corremos el riesgo de naturalizar el hecho de concentrarnos en lo oscuro.
¿Qué es lo bello? Cabe la pregunta, pues los estereotipos de belleza nos pueden encasillar en imaginarios según los estándares de moda. En nuestras sociedades contemporáneas, tan proclives a la imagen per se, los mandatos culturales nos pueden engañar. Yo creo que lo bello es aquello fiel a su esencia, que no se traiciona, que honra a la existencia. Entonces, tenemos aquí y ahora la posibilidad de enfocarnos en todo lo bello, no solo en aquello que es evidente o culturalmente impuesto, sino también en la belleza que no vende o genera likes, como también en la que se esconde en las tinieblas.
Hace unos meses encontré en el depósito de basuras del edificio en el que vivo una orquídea abandonada: estaba seca, con hojas débiles y sin una flor. La rescaté, como hacen tantas personas que rescatan mascotas para cuidarlas. En esa planta casi muerta había belleza, tal vez esperando a ser descubierta. Agradecí por ese encuentro y me dediqué a cuidar la orquídea, que también agradecida ya me ha regalado muchas floraciones. Nos puede ocurrir lo mismo con personas que no nos simpatizan de entrada, con quienes tenemos posiciones vitales antagónicas. ¡En ellas también hay belleza! ¿Te animas a descubrirla?
Cuando nos tratamos unos a otros con compasión somos capaces de reconocer esa belleza inherente que tenemos todos los seres. Más allá de nuestras diferencias, cicatrices o las huellas del tiempo, manifestamos la belleza cuando vibramos en el Amor, cuando somos capaces de integrar nuestras sombras. Sí, los egos se nos interponen, y con una gran fuerza. Al abrirnos a la posibilidad de ver lo bello en nosotros mismos y los otros, y nos relacionamos desde ello, generamos más belleza, también con nuestras zonas oscuras. ¡Agradezcamos por esas bellezas que nos revelan la grandeza de la vida!
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