Alberto Abello Moreno | El Nuevo Siglo
Domingo, 5 de Abril de 2015

Alberto Abello Moreno

EL PRECURSOR

Glorias y miserias de Nariño

EL  próximo  11 de abril se cumplen 250 años del onomástico de don Antonio Nariño, uno de los representantes más  brillantes de las postrimerías de la Ilustración en el Imperio Español donde, contrario a lo que sostienen algunas crónicas de historia, se vivió en nuestro Virreinato un proceso cultural y de reformas que sacudieron del marasmo habitual nuestra región. Por esos días se da la Expedición Botánica, una de las empresas culturales más trascendentales de todos los tiempos, a cargo del sabio Mutis, quien a pesar de tener las mejores influencias en la Corte de Madrid, prefirió quedarse aquí a estudiar  y clasificar la riqueza botánica y mineral, la plata y la comercialización de la quina, así como a favorecer a científicos, artistas e intelectuales, que sirvieron con fervor a esa  empresa de penetrar y estudiar la naturaleza tropical.

La llegada de estos hombres tan representativos, estudiosos e informados de lo que pasaba en el mundo produjo un fuerte impacto en la aldeana Santa Fe de Bogotá,  y en su clase dirigente, donde figuraba Nariño como influyente amigo del gobierno local  y en un momento dado como alcalde ordinario de la ciudad. Posiblemente don Antonio Nariño, aristócrata de nacimiento y de la inteligencia,  por su acervo cultural y visionario, como por la erudición y elevados conocimientos, de no haber caído en el incidente del  faltante en el numerario por cuenta de los diezmos  de la Iglesia y los problemas que suscita la traducción de los Derechos del Hombre, habría sido uno de los prohombres del Imperio. 

Por el talante, por sus inquietudes filosóficas y reformistas, como por su talento político y la visión humanista de la vida, en los términos burgueses en los que se desarrolló la Revolución Francesa, el Precursor no fue un revolucionario ni un demagogo que pretendiera envenenar las multitudes en contra de la clase dominante criolla, de la que era parte. En ese sentido es  un reformista, si se quiere, de corte conservador, puesto que lo que  Nariño buscaba y en lo cual empata su personalidad con la de Bolívar, era que la clase dirigente a la que pertenecía y se había formado en el curso de siglos mantuviera y aumentara su poder en medio de la crisis que habría de dar al traste con el Imperio español debido al zarpazo del emperador Napoleón que puso en prisión a los reyes de España y se apoderó de gran parte de la península.

Es de anotar que estando en prisión Nariño produjo uno de los más interesantes documentos según lo anota su biógrafo Enrique Santos Molano, en el cual propone unas reformas a los estancos y el manejo administrativo en el  Virreinato, que quizá habrían sido benéficas para la población. El prócer bogotano habría podido tener una figuración histórica similar al criollo limeño Pablo de Olavide, quien tras ocupar varios cargos en el Virreinato del Perú se distinguió dirigiendo notables reformas en España.

Quiso el destino  truncar lo que parecía una exitosa carrera burocrática y comercial al servicio de la Corona, de Antonio Nariño, quien por desgracia es conducido a prisión  varias veces y por su influjo sobre la población, pese a su amistad con las elites española y criolla, sufre injustas prisiones. Parecíera que Nariño es el único que podía encarnar  en medio de la crisis por la acefalia de la Corona española y la usurpación de Napoleón, la capacidad de orientar al  Virreinato a una fórmula transitoria de gobierno como la que impulsa Camilo Torres o romper el cordón umbilical con la metrópoli. Esto lo tenían tan claro las mismas autoridades peninsulares que sin fórmula de juicio estaba preso en Cartagena cuando se produce en Bogotá el 20 de Julio. La intervención de Antonio Villavicencio sería providencial para que lo liberaran y pudiese volver a Bogotá donde le dan un golpe de Estado al federalista Jorge Tadeo Lozano. Nariño asumió el poder dictatorial en Santa Fe de Bogotá y despliega las banderas y los tambores de guerra para liberar el Sur donde pastusos y patianos defienden con ardor su fidelidad al Rey de España y derrotan su ejército a pedradas que llueven desde los riscos de sus majestuosas montañas. Allí se le escapa la gloria e irrumpe el mártir de la Independencia y la grandeza nacional.