Algunos personajes de la historia deberían ser más conocidos. Hay unos que, ciertamente, tienen menos fama de la que merecen. Pero así es la historia (y ni que decir tiene, la memoria): selectiva.
Uno de esos es Alcibíades, que fue sobrino de Pericles y discípulo de Sócrates (según Platón, el más brillante de todos), lo cual no es poca cosa. Fue también un gran estratega y un hábil político, tan dueño de los talentos como de las mañas que supone ser esto y aquello, y los cuales le valieron el elogio de unos y el vituperio de otros. Además, bien podría pasar por pionero de la mercadotecnia política. En cierta ocasión -y con el ánimo de distraer y entretener a sus conciudadanos, de desviar la atención de sus arbitrariedades y entuertos- le cortó el rabo a su perro. Cuando le preguntaron por qué lo había hecho, no titubeó al contestar: “Para que la gente hable de que Alcibíades le ha cortado el rabo a su perro”.
En ese sentido, Alcibíades prefigura a los actuales influenciadores de las redes sociales. A los tuiteros, tik-tokeros, instagrameros, facebookeros -su nombre es Legión-, que recurrentemente le están cercenando el rabo a su perro para poner a la gente a hablar de que le han cortado la cola a su desventurada mascota. Hay entre ellos actores y fantoches, opinadores y periodistas, profesores y académicos cuya inteligencia sería digna de mejor causa, politicastros y políticos, funcionarios e incluso gobernantes.
De todos los émulos de Alcibíades, son estos últimos los más peligrosos. Los demás podrán aducir, a fin de cuentas, que la suya es su voz personal, y que mutilar a su perro es asunto privado (con perdón, claro está, de los “animalistas”) -aunque, si realmente lo fuera, no andarían haciendo ostentación de ello-. La voz de los gobernantes, por el contrario, nunca es solamente suya. Lo que en cualquier otro caso puede estar amparado por la libertad, en el suyo está siempre limitado por la dignidad de su investidura y la responsabilidad que la acompaña.
Que lo digan los noruegos, que perdieron toda posibilidad de reivindicar algún derecho sobre Groenlandia frente a Dinamarca por cuenta de una frasecita escrita al pasar por su entonces ministro de Exteriores, Nils Claus Ihlen, a la que en 1933 la Corte Permanente de Justicia Internacional dio pleno valor a favor de los daneses.
Por estos lares, en el reciente caso sobre la presunta violación de sus derechos en el Caribe, Nicaragua invocó ante La Haya declaraciones de las más altas autoridades colombianas para sustentar su reclamo; y Colombia, las del comandante Ortega como reconocimiento y concesión de derechos a los pescadores artesanales para faenar en aguas bajo jurisdicción nicaragüense. Y aunque ambos argumentos fueron desestimados, su sola invocación demuestra cuánta relevancia puede tener lo que dice un gobernante.
Mejor es entonces no jugar a Alcibíades. Tarde o temprano, no queda más rabo que cortar. No se puede descartar, por otra parte, que el perro acabara mordiendo a Alcibíades; y los atenienses, hablando del mordisco.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales