ALEJANDRA FIERRO VALBUENA | El Nuevo Siglo
Sábado, 30 de Junio de 2012

Acción política

 

La vida política en Colombia nos ofrece un panorama cada vez más confuso y poco esperanzador. Los sucesos que repiten sin parar los medios de comunicación son en extremo desalentadores y generar una sensación de absurdo que tiene como consecuencia que la mayoría de los ciudadanos colombianos asumamos una actitud de negativismo, rechazo o indiferencia.

Pero la acción política es una necesidad humana. De algún u otro modo, los seres humanos asumimos que nuestro estar en el mundo tiene que ver con estar con los otros y, por lo tanto, entiende como algo constitutivo de su propia biografía, asumir un compromiso social. El problema surge cuando no encuentra un espacio adecuado para desplegar esta tarea y se ve obligado a reorientar su natural inclinación hacia la postura individualista e indiferente. Ya los psicólogos han explorado en profundidad las consecuencias patológicas que se derivan de las experiencias humanas al margen de lo social, o dentro de condiciones adversas. La salida terapéutica que ofrece la vía psico, muchas veces queda atrapada en la misma red de la que, según sus métodos, podría llegar a liberar a otros. Por eso hace falta introducir en los ámbitos sociales  propuestas y espacios que inviten y fomenten la acción política humana.

Con los nuevos espacios virtuales se ha llegado a pensar, en muchos ámbitos, que estamos frente a un prometedor espacio de participación que podría llegar a transformar el mundo. Sin embargo, hay que considerar que dichos espacios que configuran la, ya reconocida por todos, realidad virtual, son eso: una realidad no real. Es, si se quiere, el lugar en el que comparece, no la humanidad sino la posthumanidad, pues las dinámicas sociales y políticas que tienen lugar en la red, por más masivas y escandalosas que puedan llegar a ser, no repercuten con la misma fuerza, es decir, no tienen calidad de reales en un ámbito diferente al del mundo virtual que las forjó. Por eso, son engañosas, artificiales y capaces de convertir en ilusión todo aquello que tocan. Desde esta perspectiva, tristemente para muchos, las redes sociales no son ni llegarán a ser la alternativa para la conciencia y la participación política de los ciudadanos.

Esta posthumanidad se puede reconocer en ámbitos distintos al de la realidad virtual. Evidentemente, una tecnología capaz de ofrecer un “perfecto” sustituto humano se configura como el ámbito por excelencia de la posthumanidad. Las máquinas que reemplazan a los seres humanos y se transforman en una terrible e indestructible amenaza ya están dejando de ser sólo parte de la ficción de Hollywood para convertirse en nuestra nueva situación real. El deterioro de la capacidad relacional del ser humano es un claro derivado de esta tendencia a deshumanizar y desechar de los espacios vitales los escenarios necesarios para desplegar la natural condición de ser para otros. Mal síntoma es que dentro de las nuevas generaciones sea considerado casi como aberración el oficio del político, cuando se debería reconocer que todos, en alguna dimensión, somos y debemos actuar como políticos.

Es tarea urgente en todas las instituciones, insistir sin descansar en la necesidad de fortalecer las dinámicas sociales de modo que se fomente la confianza en el otro y se puede consolidar el anhelo humano de vivir en comunidad.