ALFONSO ORDUZ DUARTE | El Nuevo Siglo
Sábado, 14 de Septiembre de 2013

¿Se acata pero no se cumple?

 

Lo del fallo de La Haya es un asunto que nos ha tenido altos del suelo. Haber perdido buena parte del mar en el Caribe nos ha dolido a todos los colombianos. El pleito ventilado durante largos años terminó como pocos nos lo habíamos imaginado. Lo cierto es que de este asunto, la opinión pública no estuvo debidamente enterada; en otras palabras,  no fue un tema que fuera del común y del cual se hablara ni con propiedad ni sin ella. La defensa de nuestros derechos que estuvo a cargo de prestigiosos internacionalistas propios y extraños, no lo fue de la opinión pública, extraña a lo que por allá estaba sucediendo. Vino a enterarse cuando ya la suerte estaba decidida y no había recurso alguno que introducir. Todos nos quedamos súbitamente sorprendidos cuando conocimos el fallo.

No han faltado desde entonces los juicios de responsabilidad política que se reparten, necesariamente, entre todos los gobiernos que estuvieron al frente de los destinos del país durante los años en los cuales se ventilaron los argumentos de Nicaragua y  los nuestros.   Según el fallo perdimos, es la realidad monda y lironda. Nos ha costado trabajo asimilar este golpe, como le ha costado al actual Gobierno; el consejo de expresidentes no ha sido ajeno a este vaivén de argumentos y como a este foro también parece que se han trasladado desavenencias políticas entre  quienes nos han gobernado, no es gran cosa lo que se ha podido saber de su participación en todo este trastorno.

En alguna oportunidad, durante le presidencia de Guillermo León Valencia, se dictó un decreto que no fue del gusto de algún sector de la Costa Atlántica. Este Presidente, caballero como pocos, dispensaba a amigos y enemigos políticos y en general a quienes no estuvieran de acuerdo con algunas de sus medidas aunque no formaran parte de la oposición, su bonhomía y gentileza. En cierta oportunidad se refirió a la providencia que había dictado al disgusto de algún sector, pidiendo cordura  y cumplimiento de lo dispuesto. Algún amigo de él pronunció una frase que fue motivo de resonancia por el ingenio y la oportunidad en la cual se dijo: “la norma se acata pero no se puede cumplir”. Al final no se supo qué pasó con la tal norma, pero el episodio hizo historia.

¿Qué pasará con la determinación del presidente Santos de declarar la inaplicabilidad del fallo? La argumentación de la inconstitucionalidad de la modificación de las fronteras del país por este mecanismo es perfectamente válida y pertinente; los jueces no la tuvieron en cuenta al dictar su sentencia. Hubiera sido del caso que invitaran a los dos países a delimitar sus fronteras marítimas mediante un tratado y así habríamos quedado, si no contentos, por lo menos con una salida de acuerdo. No fue así. ¿Se acata el fallo pero no se cumple? ¿Cómo se podrá hacer para desconocerlo? De todas maneras la actitud de Santos levantó los ánimos nacionalistas sin distingos de filiaciones políticas o gustos electorales. Se reafirma así la tradición colombiana en el sentido que en materias internacionales, se deponen desentendimientos domésticos en favor del bien común. Está muy bien y estimulante para la vida nacional que Santos  haya hecho surgir el sentimiento nacionalista colombiano.