Asimilando los mensajes de Francisco (I) | El Nuevo Siglo
Domingo, 1 de Octubre de 2017

“Pongan por obra la palabra y no se contenten con oírla”, reclamó en su epístola el  Apóstol Santiago,  (1,22). La abundante enseñanza, que con tanto amor nos entregó el Papa Francisco en su reciente visita a Colombia, es para ponerla en práctica, en lo que le corresponde  a cada colombiano.  No vino a recibir aclamaciones, ni expresiones de simpatía, sino con propósito de recordar el salvifico mensaje del Maestro divino, para que en nuestro país sea asimilado, y “tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn. 10,10).

Fue “un huracán llamado Francisco”, anotó, sobre el paso del Papa por nuestras ciudades, un Sacerdote de escritos con gran acogida: “cumpliendo el propósito de traernos la presencia de Jesús y el amor del Padre,  irradiando luz, amor y felicidad”. Más que en los discursos y homilías quedó el benéfico huracán de bondad que impulso su testimonio de fe y piedad al celebrar la santa Misa y en su silente oración ante Ntra. Sra. de Chiquinquirá, Patrona de Colombia. Nos hizo sentir muy cerca de Dios y a decidir vivir según su divino querer, y no según criterios humanos, llenos de orgullo y con rechazo a mandatos divinos, que algunos señalan, con su comportamiento, como “anticuados” e “inaceptables”. No fue el de Francisco un huracán  destructor como los que azotan  los contornos caribeños, sino vientos de bien que ojala sigan soplando sobre Colombia, tan necesitada de ellos.

Para que obtenga cada cual beneficiosos frutos, paz del alma y de las naciones, es preciso tomar en forma reposada y consciente los testimonios y mensajes del Papa. Sumarse a los aplausos a Francisco, pero seguir luchando por leyes contrarias a las enseñanzas cristianas en defensa de la vida, propiciando el aborto y la eutanasia, y en contra de la familia abriendo paso a matrimonios antinaturales o inestables, es situarse entre quienes Jesús señalaba, citando a Isaías (29,13): “este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Mt. 15,8).

Se ha hablado, insistentemente, de “dar el primer paso”,  el cual no es otro que escuchar con atención el mensaje del Papa, inspirado en su empeño  de mostrarnos el verdadero camino de bien en la tierra, con proyección al más allá. Para entender el sentido de este viaje del Papa Francisco es preciso ubicarlo en ese real propósito, entender el sentido de lo repetido en distintos tonos, para grabarlo efectivamente en las vidas. Si alguien  esperaba esa tarea en otro contexto, p.e. en la búsqueda de fustigar a quienes tuvieran pensamientos distintos al propio en lo  económico, en lo social, en lo ecológico o en lo político, y recibir de él respaldo al propio pensamiento, ha debido quedar frustrado, pues el Papa, como primero de los Obispos, no es técnico ni político, ni le compete dar esas soluciones sino grandes principios que las inspiren.

No fue lo del Papa un “andar por las ramas”, sino con propósito de ir a la raíz de los males, descalificando cuanto se oponga a la ley natural, en la que se basan los principios cristianos. Es él un líder religioso a quien se ha debido acoger y colaborar en su propósito de peregrinar con el debido cuidado, pero hacer ésto con intensión distinta, sería total equivocación. Que hablara para los demás, y no para poner en práctica, personalmente, su iluminador pregón religioso, habrá sido decepcionante expectativa y triste final de tan esplendoroso viaje papal.

Todo lo expresado por el Papa, desde su mensaje cuando emprendía su viaje, hasta su despedida y audiencia subsiguiente en Roma, ha sido recogido en bien elaborado fascículo que nos facilita repasar cada una de sus paternas y comprometedoras intervenciones. Nos detendremos, en próximos comentarios, en destacar lo más saliente de esos mensajes, insistiendo en  llevarlos a la vida, lo cual constituye el segundo paso que hemos  de dar. (Continuará)

*Obispo Emérito de Garzón

Email: monlibardoramirez@hotmail.com