Cuando vivíamos en Holanda, de eso hace ya veinte años, a un amigo australiano le metieron una multa por haber sacado la basura a la calle media hora antes de lo permitido.
En marzo de 2019 escribí en este diario un artículo sobre el tratamiento de basuras en Suecia (https://www.elnuevosiglo.com.co/articulos/03-2019-la-utilidad-de-las-basuras) para destacar que allá se aprovecha el 99% de las basuras en reciclaje o producción de energía y mencioné que “los suecos separan en casa residuos orgánicos, metales, pilas, vidrios de color, vidrios transparentes, plástico duro, plástico blando, cartón y papeles, tetra pak, etc. y la tecnología hace el resto. Se requiere un cambio en la cultura política y enseñar a los niños a respetar esas reglas. No sé si la Fecode esté en condiciones de asumir el reto.”
Estas dos menciones me sirven de abrebocas para mi tema de hoy, en el que voy a referirme al caso suizo. En octubre de 1986, cerca de Basilea, hizo explosión una planta química de la multinacional Sandoz, que contaminó el Rin. Fue tan grande la contaminación que los suizos sacaron de ello una lección que les sirvió para convertirse en uno de los países del mundo donde la basura no existe. En efecto, la recolección y reciclaje de basuras está de tal manera organizado y la gente cumple en tal forma las reglas, que es como si no existiera. Valdría la pena que la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (Uaesp), utilizando los recursos del decreto 2412 (diciembre del 2018) del Ministerio de Vivienda, que autoriza el pago de un componente de aprovechamiento de residuos en la tarifa de aseo, investigara el tema. El Plan de Ordenamiento Territorial (POT) tenía en estudio en marzo de 2019 la construcción e instalación de plantas de generación de energía con base en la utilización de basuras y se mencionaban no solamente el relleno sanitario de doña Juana sino otros sitios de la capital para instalarlas.
El relleno de doña Juana, que se inauguró en noviembre de 1988, está situado en Mochuelos y recibe casi 7.000 toneladas diarias de residuos, no sólo de la capital sino de siete municipios, incluidos Cáqueza y Choachí. Desde la alcaldía de Samuel Moreno lo administra la Compañía de Gerenciamiento de Residuos (CGR) con interventoría de la Unión Temporal Inter DJ y la Uaesp. Ha tenido, con el reciente, tres derrumbes o deslizamientos (1997, 2015 y 2020), que levantan malos olores y nubes de moscos y ratones e incluso taponan el río Tunjuelo, con el consiguiente daño ambiental para las comunidades vecinas.
La directora de la Uaesp dijo antes del último derrumbe, que “CGR lleva varios meses incumpliendo el laudo arbitral que lo obligó en el 2018 a realizar inversiones por $150.000 millones en la construcción de una celda permanente para la disposición de residuos y otra celda para seis meses. Pero la primera no la ha terminado y la segunda no la ha empezado”, aunque CGR lo niega. No lo sé, pero supongo que quizá con un poco más de dinero, se podría pensar en instalar la planta de energía ya que lo que se está haciendo es enterrarlo con la basura.
Hay más de cien rellenos sanitarios legales en Colombia y otros tantos ilegales. El reciclaje no llega al diez por ciento (aunque la Alcaldesa quiere que llegue al veinte por ciento) y atraviesa por toda suerte de dificultades. Y el Minambiente no se pone las pilas. Si bien los recicladores hacen lo que pueden, falta educación desde las escuelas (¡ojo Fecode!) e información, reglamentación y mano firme del Gobierno.