El lunes, en un anuncio inesperado luego del atentado en su contra el sábado pasado, Donald Trump sorprendió a la opinión pública con el nombramiento de J.D. Vance como vicepresidente, un joven de 39 años de Ohio que hace diez años se convirtió en un best-seller por un libro que narra la dureza de su niñez en una comunidad rural ubicada en el medio-oeste de los Estados Unidos.
Vence no sólo representa lo opuesto a Mike Pence, sino a todo el establecimiento republicano de los últimos 40 años, que se ha inspirado en las ideas de Ronald Regan y el gobierno limitado. Para él, es necesario más gobierno, más intervención estatal y, en lo internacional, aislacionismo. En Estados Unidos le llaman a esta tendencia política “nacional-conservatismo”, una visión que ha ganado mucha fuerza entre los jóvenes norteamericanos y que de cierto modo nos devuelve a los debates de la posguerra mundial e incluso anteriores a ella.
Ohio
Todo pasa por la región en donde nació Vance, Middletown, Ohio. Dicho estado del medio-oeste norteamericano, sede de Project and Gamble y grandes ciudades como Cincinnati y Columbus, ha sido tradicionalmente conservador e industrial y sus políticos suelen defender el proteccionismo y el comercio regional por encima de la globalización y los mercados financieros.
Vance crece en el pequeño pueblo minero de Middletown con su abuela; su mamá consume drogas. La historia de su familia, como revela su libro, “Hillbilly, una elegía rural”, da cuenta de las dificultades que varios sectores blancos (blue collars) han enfrentado en ciudades y condados en crisis por la desindustrialización de las fábricas de metal y carros y el fin de los lazos comunitarios creados por las minas y la manufactura. “Es una apasionante autobiografía que nos invita a observar el camino a la supervivencia y el triunfo de una familia”, dice el resumen del libro.
De alguna manera, Vance es un “perdedor de la globalización”. Esto explica su posición en contra de la mayoría del Partido Republicano, que defiende desde hace 40 años un Estado austero, pequeño y una política de pocos impuestos y aranceles y la defensa de los mercados financieros y la globalización.
Ohio, como se ha dicho, es muy importante para entender a Vance. En su historia, políticos importantes del Partido Republicano han nacido en este estado, como Nicholas Longworth, Robert Taft y los Anderson, todos grandes figuras del partido en el periodo de entreguerras (1920-1943) con sus posiciones en contra de que Estados Unidos participara en la Liga de las Naciones (la ONU de ese tiempo) y la protección de las industrias locales del metal y la manofactura.
Reagan y Trump
La visión de Taft, o de los demás políticos de Ohio mencionados, ha sido diametralmente distinta a la de Ronald Reagan, el segundo presidente más popular de la historia de Estados Unidos, que sentó las bases de un gobierno liberal en lo económico y conservador en lo social, durante los años 1980. No lo digo por los tiempos en que gobernaron, sino porque sus ideas políticas muestran las diferentes tendencias ideológicos que han dominado en uno y otro momento a los republicanos.
Aunque Reagan en un principio no era un liberal que defendiera el libre mercado y un Estado austero -decían que era un conservador sindicalista-, poco a poco se fue convirtiendo en ello y cuando llegó a la presidencia redujo el Estado, bajó los impuestos y amplió los lazos comerciales de Estados Unidos con el mundo. Inspirado en su legado y carisma, Trump siempre ha querido emular a Reagan, en especial por su visión a favor del libre mercado, que él -aunque no siempre- ha defendido.
En un interesante artículo en la revista conservadora “National Review”, a propósito de la nominación de Vance, se explica que, “desde 1980 hasta la nominación de Trump en 2016, el Partido Republicano estuvo dominado por la versión del conservadurismo de tres patas de Reagan. Durante su gobierno y a pesar de su retórica populista, Trump estuvo muy influido por esta tradición”.
Ahora, con la nominación de Vance, Trump parece alejarse de esta visión dominante, confiando en un joven que cree en “la batalla cultural” contra la izquierda, el gasto social y la subida de impuestos. “Vance también ha criticado a los conservadores por su excesivo apego al libre mercado, que perjudica a la clase media y desarma unilateralmente a la derecha en la guerra cultural”, dice “National Review”.
Trumpismo
A esta altura, con Vance en el barco, es posible decir que Trump ahora es más Trump que antes. En 2016, como outsider, Pence y varios senadores republicanos lograron cooptar la administración pública y las políticas del gobierno. Aunque muchos veces Trump impuso su línea, en la mayoría de casos optó por concertar con los líderes del Partido Republicano por medio del hábil Pence.
Ahora, Trump, influenciado por su hijo Donald Trump Jr., quien fue el que recomendó a Vance, busca en un eventual segundo mandato para consolidar “el trumpismo” con políticos más jóvenes que no han sido parte del establecimiento que viene desde Reagen (Pence, Romney, Mc Conell). Esta nueva generación cree en el “patriotismo” y el “nacional-conservatismo”, dos términos que tienen como eje el proteccionismo, la reindustrialización, la “batalla cultural” contra las ideas “woke” y el aislacionismo de Estados Unidos del orden internacional para concentrarse en los asuntos internos.
Más que un mensaje a los jóvenes, la nominación de Vance es un claro llamado doctrinal. Trump quiere consolidar el “trumpismo”, que, como se ve, está más inspirado en el nacional-conservatismo que en las tesis liberales (libre mercado y estado austero) de Reagan.
* Analista y consultor. MPhil en Universidad de Oxford.