Casi nadie en Ecuador tiene una opinión en contra de la dolarización 25 años después de que el país pasara del antiguo Sucre al dólar estadounidense. Un 92% de los ciudadanos respalda hoy la dolarización, muy por encima del apoyo que tienen otras instituciones como la Iglesia (55%) o las Fuerzas Armadas (52%), mostrando su enorme popularidad entre los ecuatorianos.
Puesta en duda por algunos sectores, la dolarización no siempre ha sido popular. En el momento en que se decidió, durante el gobierno de Jamil Mahuad Witt, en 1999, solo el 32% estaba de acuerdo con reemplazar su moneda por dólares. Los ahorradores en sucres temían perder sus ahorros, mientras que los exportadores pensaban que la medida favorecía a los importadores.
Algunos de estos desafíos siguen vigentes, pero la dolarización, como reflejan las encuestas, ha sido exitosa para la mayoría de los ciudadanos, como ha ocurrido en otros países de la región como El Salvador o Panamá, que adoptaron la misma medida para equilibrar sus finanzas públicas y corregir la inflación, que llegó a rozar la hiperinflación.
No había de otra
La dolarización fue establecida en Ecuador luego de un desafiante panorama económico. La crisis financiera internacional, causada por la caída de los precios del petróleo, vino acompañada para los ecuatorianos de un manejo irresponsable de las finanzas públicas y el colapso del sistema bancario nacional.
Para 1999, según El Universo de Guayaquil, la inflación anual llegó al 100%, acercándose peligrosamente a la hiperinflación. El sucre, mientras tanto, se convirtió en una de las monedas más devaluadas.
Con esta antesala, los legisladores ecuatorianos no vieron otro camino que establecer, con poco aviso, la dolarización. La medida cayó muy mal entre algunos ecuatorianos, luego de que se presentara el conocido “feriado bancario”, cuando los depósitos en esas entidades desaparecieron tras convertirse a una tasa de 25.000 sucres por USD.
“El impacto distributivo fue regresivo: ganaron los deudores en sucres, que licuaron sus obligaciones, y aquellos sectores cuyos activos e ingresos estaban en dólares; perdieron aquellos cuyos ingresos y ahorros estaban en sucres, como los jubilados y las pequeñas empresas no exportadoras”, dice el analista Fidel Jaramillo, del Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR), un centro de pensamiento, en redes sociales.
Estabilidad
Para los defensores de la dolarización, esta medida fue apropiada para un país con alta volatilidad económica, cambiaria y financiera, como era el Ecuador de los 1980 y 1990. Es cierto que un sistema cambiario de entrada no resulta un factor determinante para el crecimiento económico; sin embargo, el giro hacia una moneda fuerte permite lograr la esquiva estabilidad que la economía ecuatoriana buscó, sin éxito, por mucho tiempo.
Anclada al dólar, la inflación, que había sido por muchos años el eje de las crisis económicas en Ecuador, convergió rápidamente, desplomándose como un gigantesco rascacielos. En solo cuatro años, bajó de un 95,5% en 2000 a 2,8%, un logro sin precedentes, que alivió los bolsillos de los consumidores.
La escalada inflacionaria volvió tímidamente en 2006, pero muy lejos del 100% registrado en 1999. En su gobierno, Rafael Correa lanzó una agresiva política expansionista, que, por más dolarizada que estuviera la economía, derivó en una inflación del 10%, no más de esto.
El mismo Correa, que se reeligió dos veces, corrigió la escalada inflacionaria, y desde 2007 el diferente de las tasas de inflación entre Ecuador y Estados Unidos ha sido nulo o negativo, un logro mayúsculo.
Con la estabilidad generada por la dolarización, Ecuador logró una tasa de crecimiento de 3,5% anual durante los 25 años que lleva la medida, muy por encima del 1,7% de la década anterior a la dolarización (1989-1998), afectada por crisis políticas y económicas, que lastraron la poca confianza de los inversionistas.
Según cifras del Banco Central del Ecuador, entre 2000 y 2014 el crecimiento anual del PIB fue del 4,9%, casi dos puntos porcentuales por arriba del de Latinoamérica (3,1%), y dentro de ese periodo, se destaca el de 2010-2014, con un promedio de 5,9%.
El crecimiento económico ha venido apalancado por las exportaciones, que han aumentado de USD 4.907 millones a USD 33.900 millones en 2004. Se han multiplicado, en otras palabras, siete veces, aunque algunos críticos aducen que este aumento no ha sido suficiente porque la dolarización en Ecuador ha favorecido principalmente a los importadores.
Lo cierto es que la matriz económica de Ecuador muestra una economía diversificada, cada vez menos dependiente del petróleo, que solo representa el 29% del total de las exportaciones. El restante 71% se conforma de la agricultura, las remesas y el turismo, entre otros rubros.
Como en la mayoría de países de la región, las remesas juegan un rol importante en la economía ecuatoriana, que depende especialmente de ellas por no tener un banco central. Al no tenerlo, el funcionamiento de la economía depende del flujo de divisas que se derivan de las exportaciones, las remesas, la IED (inversión extranjera directa) y otros flujos de capital. El Banco Central del Ecuador calcula que los ecuatorianos en el exterior han enviado USD 71.724 millones.
Desventajas
Aunque trae muchas ventajas, la dolarización en Ecuador no ha estado desprovista de críticas. Algunos economistas y consumidores estiman que el país debería tener su propia moneda e instrumentos de política monetaria para amortiguar los efectos de los choques externos.
Además de la falta de autonomía monetaria, la dolarización se ha enfrentado en los últimos años con bajas tasas de crecimiento en Ecuador. Si América Latina tuvo un medio crecimiento de apenas 2,2 en la última década, la economía ecuatoriana estuvo por debajo, con 1,6%.
“Ello ilustra que la estabilidad es una condición necesaria, pero no suficiente para mantener niveles satisfactorios de crecimiento”, dice, en su análisis, Fidel Jaramillo, del FLAR.
Lastrado por los efectos de la pandemia y la inestabilidad política y de seguridad, Ecuador no ha logrado cumplir una de las tareas principales de la dolarización, que es aumentar las exportaciones para evitar un déficit en la balanza comercial, con una dependencia de las importaciones.
Para los ecuatorianos se ha vuelto más barato importar por el poder dólar sobre otras monedas, que entrar en proyectos productivos que aumenten la capacidad exportadora ecuatoriana. Mientras las importaciones crecen, las exportaciones aumentan a un ritmo mucho más lento.
A 25 años de la dolarización y con un consenso mayoritario alrededor de sus beneficios, los expertos consideran que la única manera en que la economía ecuatoriana no entre en un espiral en el que las divisas que ingresan sean mucho menores que las que salen, es crecer las exportaciones de manera exponencial con bienes y servicios.
Con todos estos retos, Ecuador está lejos de ser el país de la volatilidad económica y las crisis bancarias. La dolarización parece haber servido, pero necesita un giro.