Bajo manto protector | El Nuevo Siglo
Viernes, 17 de Abril de 2020

Culminados los “Días Santos”, este año en la circunstancia dolorosa de largo vía crucis para el mundo entero, por la inclemente pandemia, con todo seguimos, el camino como creyentes, siempre en alegría y esperanza. Para esta actitud nos anima la misma bondad del Hijo de Dios que se entregó a la muerte para redimirnos, y el recuerdo de su Madre Santísima, a quien le la legara también a nosotros como madre en la despedida en la Cruz. Ellos son un confortante manto protector, que nos cubre en este caminar terrestre hasta llegar al triunfo celestial.

Tenemos que agradecer el regalo precioso de la fe que nos ha dado Dios, que nos muestra el verdadero sentido de la existencia humana; que da seguridad a nuestro vivir con ese otro regalo de la alegría y esperanza, en medio de las mismas graves dificultades.  “Sé en quién me apoyo”, dijo S. Pablo (I Tim. 1,12), y eso decimos aunque el panorama terreno se oscurezca con sus incertezas, y los duros golpes que sacuden a la familia humana. Bien por el recuerdo que hizo el Papa Francisco en su mensaje antes de dar su bendición extraordinaria “Urbi et orbi” (03-03-20), de las palabras de Jesús a sus apóstoles cuando calmó la recia tempestad en el Tiberíades: “¿Por qué están con tanto miedo?” “¿Cómo no tienen fe?” (Mt. 10, 40). Hoy, después de milenaria experiencia de superar las más recias tempestades que han sacudido a los humanos, que no haya reclamos a Jesús sino infinita confianza en Él.

No es un simple consuelo, es una realidad, pues, haya o no haya fe en Dios, Él está allí presente en los acontecimientos por los que transita la humanidad. En la Biblia, aparece la historia del pueblo de Abraham y de Israel visiblemente asistido por Yahvé, “el que es” (Ex. 3,14), que triunfa cuando es fiel a Él, y sufre tribulaciones y destierro, cuando se aleja de su ley.  Ella es, a la vez, símbolo de cuanto acontece con todos los pueblos de la familia humana. Siempre ha existido el contraste entre los planes de Dios y los humanos (Is. 55,8-9), y los momentos en los que Dios se manifiesta haciendo reclamo por las infidelidades de su pueblo, que lo llevan al propósito de destruirlo, pero, ante suplica de perdón y arrepentimiento, solo aplica castigos pasajeros y sigue adelante con perdón misericordioso (Ex. 32, 7-14).

No imponemos, judíos o cristianos, estos pensamientos, ni ese aprecio por la historia bíblica, pero sí la repasamos, ante toda una humanidad sufriente, estas páginas reveladas con reafirmación de nuestra fe en la relación entre historia humana con asistencia de un Dios creador, legislador y protector, y que exige enmienda, y así ir los humanos rumbo a días de paz y felicidad, y pasar de angustia a restauración y calma. Qué bien que entre todos, aunados ejemplarmente, pongamos los medios para salir adelante en los graves flagelos, qué bien solicitar a los gobernantes y especialistas todos los recursos para salir de las emergencias y estimular a atender a enfermos y menesterosos, pero que no nos olvidemos de la necesaria fidelidad a Dios y las suplicas fervientes ante Él. En esto último sigamos confiados en su manto protector, el de María, e intercesión de San José y de todos los Santos.

 

*Obispo Emérito de Garzón

Email: monlibardoramirez@hotmail.com