El 4 de febrero se celebró el centenario de nacimiento del presidente Belisario Betancur Cuartas.
En esta columna quiero recordarlo como un hombre universal, en todo el sentido de la palabra; un amigo como pocos, un político leal a sus ideas, amable siempre, amante de la vida, de mente abierta, preocupado por el pueblo, pero también gozón; prendía cualquier fiesta con sus anécdotas y, ni hablar, cuando declamaba, con gran sencillez, los versos de los grandes bardos españoles y americanos.
¡Qué placer eran las tenidas con Belisario, como lo llamaban todos, qué memoria, qué conocimiento de la poesía, la historia, la vida y las máximas de los grandes! Podía quedarse uno horas oyéndolo.
Lo conocí en 1975 por una de esas cosas del destino. Mamá había sido invitada a Kenia por Jomo Kenyatta, primer presidente de la nación, a la celebración de la independencia del país de la corona británica, de la cual él había sido artífice.
Desde la muerte de papá yo la acompañaba en sus viajes. A nuestro regreso de Nairobi hicimos escala por unos días en Madrid, para que no fuera tan pesado el viaje. El día de nuestra partida, el hotel nos informó que habían perdido el pasaporte de mamá. En esa época en España los hoteles retenían los pasaportes hasta el día de la partida. Naturalmente, tuvimos que ir a la embajada a obtener un pasaporte para nuestro regreso.
El embajador era Belisario quién, aunque militaba en el Partido Conservador, igual que mi madre, no era de la corriente ospinista, ni era amigo de “la casa Ospina”, por ser considerado por mi padre, Mariano Ospina Pérez, muy amigo de algunas ideas socialistas. Allí conocí su amabilidad y su infinita capacidad de hacerlo sentir bien a uno, dijéramos de “conquistarlo”, con su alegría y sus anécdotas.
Mientras llegaban las autorizaciones concernientes al pasaporte desde la cancillería colombiana, nos invitó a ir a Toledo y hacia allá enrumbamos entre cuentos de toda clase, temas de historia española, versos y canciones del principio del siglo, que a mamá, quien cantaba muy bien, la fascinaban. Fue un día magnífico. Lo repetimos yendo a Segovia al día siguiente a comer cochinillo donde Cándido, gran amigo de Belisario quien almorzó con nosotros y, un día después, a Ávila ha regocijarnos con la poesía de Santa Teresa. Por esos días moría el Generalísimo Franco, así que esperamos su muerte en Madrid.
Este fue el comienzo de una gran amistad personal y política entre mamá y él. Ella lo apoyó en sus consecutivas campañas para la presidencia de Colombia. Yo, quien hacía mis primeros pinitos como poeta, encontré en Belisario, como cientos de escritores, poetas músicos y artistas colombianos un incondicional apoyo y un consejero inigualable.
Belisario fue, sin duda, uno de los mecenas más importantes que ha tenido el país. Durante su gobierno, la Cancillería se empleó a fondo en dar cabida en su cuerpo diplomático a los más destacados representantes de las artes y letras colombianas, dándoles a ellos la oportunidad de conocer el mundo y al mundo de conocerlos a ellos.
Belisario fue un enamorado de su patria y su terruño, un conservador decidido, hombre de paz, erudito en muchos campos, hombre de letras, y querido amigo.