“A veces mantener la paz requiere volver a negociar”
Es probable que muy poca gente haya oído alguna vez el nombre de Bougainville, pero en el curso de los próximos meses ese archipiélago del Océano Pacífico, que actualmente forma parte de Papúa Nueva Guinea, podría convertirse en el sonoro protagonista de más de un titular de prensa y -ojalá no- en causa de más de un dolor de cabeza geopolítico.
¿La razón? El pasado 23 de noviembre, al cabo de un dilatado proceso de dos décadas, los habitantes de las islas concurrieron a un referendo para expresar su voluntad frente a la posibilidad de convertirse en un Estado independiente. El resultado, divulgado oficialmente la semana anterior, allana el camino para que así sea: una abrumadora mayoría de los votantes (el 98%) se manifestó a favor de la independencia, y rechazó la opción de permanecer vinculado a Papúa Nueva Guinea en condiciones de mayor autonomía -lo que quiera que eso pudiera haber significado para la región, autónoma desde hace varios años-.
El referendo supone el cumplimiento de uno de los compromisos adquiridos por el Gobierno papuano en 2001, en el marco del acuerdo suscrito con el Ejército Revolucionario de Bougainville para poner fin al conflicto armado iniciado en 1988, precisamente, por razón de las aspiraciones secesionistas de las islas -latentes incluso antes de que Papúa Nueva Guinea se independizara de Australia en 1975-, y estimuladas por la convicción de que la enorme riqueza minera de Bougainville, cuya explotación llegó a representar incluso el 45 % de las exportaciones papuanas, podría apalancar un Estado propio.
Podría pensarse, y no sin razón, que el referendo da la puntada final a la implementación del acuerdo de paz, y que en el corto plazo Bougainville entrará de pleno derecho a formar parte de la comunidad de naciones. Pero, como siempre, el diablo está en los detalles; y, en este caso, en un detalle nada menor: el referendo, cuya celebración supuso remontar enormes obstáculos de financiación y organización, no es vinculante. De hecho, la última palabra la tendrá la tendrá el parlamento papuano.
Lo que sigue ahora será un nuevo proceso de negociación que no se avizora para nada sencillo. Y a la euforia del referendo podría suceder la disforia de la frustración o el duro golpe de constatar que la independencia bien puede representar un cambio del estatus jurídico del archipiélago, pero no garantiza en absoluto la viabilidad ni la funcionalidad de un Estado que, por otra parte, ya no puede dar por sentada la cómoda afluencia de los recursos mineros de antaño.
Una y otra cosa, la frustración o el golpe de realidad, podrían convertirse en detonantes de nuevos conflictos, ya sea porque Papúa Nueva Guinea decida ampararse en el carácter no vinculante del referendo para no otorgar la independencia, o porque el nuevo Estado, privado de las transferencias que actualmente recibe, se convierta rápidamente en un Estado fallido. Por otro lado, es posible que parte de la negociación por venir implique definir alguna forma de compensación para Papúa Nueva Guinea que el novísimo Bougainville independiente difícilmente podría sufragar.
Los propios habitantes de Bougainville, que como lo demuestran los resultados del referendo comparten un amplio consenso independentista, miran con algo de aprensión lo que está por venir. Y también lo hacen las naciones vecinas, a quienes poco gusta la idea de que la independencia de Bougainville siente un precedente que aliente las propias tensiones centrífugas que experimentan algunas de ellas.
Como ocurre en muchos procesos de paz, también en Bougainville parece haber sido más fácil negociar el acuerdo que implementarlo. Y a pesar del prudente optimismo que por ahora muestran las organizaciones internacionales, las alertas están encendidas ante la posibilidad de que la implementación acabe conduciendo a una reactivación del conflicto.
Acaso la negociación sobre la independencia (y sobre las otras alternativas) sea aún más difícil y crucial que aquella que condujo a la terminación de la confrontación armada. Como ocurre en muchos procesos de paz, a veces la paz depende de la capacidad de volver a negociar, y de la disposición de las partes a revisar incluso lo que en algún momento se pensó que sería definitivo.